Por Carlos Díez y Carlos Sánchez (doctores en Veterinaria / Ciencia y Caza)

Es, sin duda, una de las especies de carnívoros más presentes en nuestro territorio y uno de los depredadores oportunistas por antonomasia, si bien ahora el jabalí comienza a disputarle su trono.

Hay zorros casi en cualquier parte: a nivel del mar y en las cumbres, en paisajes agrícolas, forestales y mezclas de ambos, en zonas donde no hay muchas personas y también donde el ser humano abunda. Si analizamos su distribución mundial, el Vulpes vulpes y sus subespecies están presentes en buena parte del hemisferio norte, aunque también se ha introducido en Australia en un inútil intento de controlar a los conejos.

Su amplia presencia se debe a numerosos factores pero, sin lugar a dudas, es la capacidad de comer casi cualquier cosa y su conocida astucia las que le han ayudado a evolucionar con tanto éxito. El dicho de «ser un zorro» no es baladí: pocos animales silvestres muestran la inteligencia de este cánido. 

¿Es necesario cazar zorros?

Muchos cazadores y gestores asumen que siempre es necesario controlar zorros, pero no nos vendría mal echar un ojo al campo durante la noche e intentar contar los que tenemos antes de comenzar a realizar el control. Esto nos ayudará a saber cuántos hay, dónde están y, muy importante, detectar la presencia de otras especies de predadores, tanto silvestres –jabalí– como domésticos –gatos–.

Tan importante es controlar como saber la intensidad con la que hay que hacerlo, aunque la decisión dependerá de cada territorio. Es importante recalcar la idea de que el control del zorro no debe buscar su eliminación, sino más bien reducir su impacto en momentos críticos.

Ni las campañas más duras de la Junta de Extinción de Alimañas acabaron con ellos, por lo que no podemos ni debemos pretender eliminar especies que tienen un papel importante en el ecosistema, sobre todo en circunstancias puntuales como las explosiones demográficas de topillos campesinos o del propio conejo de monte en algunos territorios.

Sí debemos trabajar para reducir su densidad cuando las perdices y otras muchas aves están anidando, o cuando los corcinos y otras crías se encuentran muy indefensos, si somos capaces de determinar que su impacto genera un problema real para esas especies.

¿Cuál es el mejor momento?

Se ha escrito y discutido mucho sobre cuándo ha de llevar a cabo este control, y los estudios disponibles apuntan a que son los meses posteriores al cierre de la temporada general –de febrero a junio–, que coinciden con la reproducción de buena parte de nuestras aves y mamíferos, cuando hay que hacer el mayor esfuerzo.

Controlar zorros fuera de esta época puede ser contraproducente: al eliminar ejemplares de un territorio, los que se encuentran en búsqueda de nuevos espacios ocuparán los nichos libres de nuestro coto, produciéndose un efecto llamada. Sí es cierto que, en ocasiones, un control continuado durante todo el año puede hacer reducir las poblaciones, si bien puede ser muy costoso de realizar y mantener en el tiempo. 

¿Con qué métodos los controlamos?

Por una parte tenemos la escopeta y el rifle, que sin lugar a dudas son efectivos cuando se realizan batidas, modalidad que tiene cada vez más adeptos. Si además le sumamos los perros en madriguera, nos encontramos ante una caza en toda regla que ayuda a bajar la densidad de los raposos.

La utilización de lazos, como el Collarum, Belisle y Wisconsin, ha supuesto una revolución en muchos cotos por la efectividad y selectividad de los mismos, si bien hay que obtener el título en Especialista en Control de Predadores. En todo caso, es imprescindible garantizar la selectividad del método y su capacidad para evitar capturas accidentales de otras especies.

Y, por último, hay que poner en práctica un método que muchos cotos olvidan: el cuidado del hábitat, que ayudará de forma natural a la recuperación de poblaciones de conejos y perdices y el fomento de especies de grandes predadores –como el lince ibérico–, que contribuyen sobremanera a reducir la incidencia del zorro y otras especies como el meloncillo.

Sobre el autor