Si algo tienen los corzos es la gran variedad de trofeos, formas, tamaños y pesos que ofrecen. Muchos cazadores buscan el corzo perfecto para estrenarse con la especie: un ejemplar adulto con las seis puntas bien marcadas. Otros, los más expertos, salen al campo en busca de los grandes machos. Esos corzos cargados de perlas y puntas que alcanzan las siluetas más caprichosas. Y por último encontramos a los cazadores que buscan un trofeo único y especial. Este es el lugar reservado para los peluca, como el protagonista de la siguiente historia.

Un trofeo de corzo para no olvidar

El cazador José Pons arrendó para esta temporada un nuevo coto de caza que lindaba con otro que ya poseía en la provincia de Soria. La temporada anterior, en los límites de su coto, había avistado a un corzo peculiar, con una cornamenta aún en desarrollo, llena de borra, que despertó su curiosidad y al que intentó recechar sin éxito.

Un peluca naturalizado dentro de una urna. © TaxTrophy

José contaba con la ayuda de Paulino, un hombre de su entera confianza encargado de vigilar los cotos. Con la llegada de febrero, Paulino comenzó su labor de monitoreo de los corzos. No fue sino hasta mediados de marzo cuando le informó a José que el corzo había reaparecido en una zona cercana al lugar donde lo habían visto el año pasado. Antes del inicio de la temporada de caza, José tuvo la oportunidad de observar al corzo en dos ocasiones y logró capturarlo en video así que pidió a Paulino que mantuviera el hallazgo en secreto.

En busca del corzo peluca

El 1 de abril el corzo seguía en el mismo lugar pero el cazador no pudo salir al campo hasta el 3 de abril. Ni por la mañana ni por la tarde lograron ver al corzo. Fue el 4 de abril, por la tarde, cuando finalmente pudieron localizarlo. Alrededor de las 18:00 horas, José y Paulino se colocaron en un punto elevado desde donde dominaban la ladera donde el corzo solía estar y esperaron pacientemente.

Con solo 45 minutos de luz restantes, observaron a dos hembras que se acercaron a una siembra, la misma donde solía aparecer el gran corzo. La distancia desde su posición era de 495 metros, así que decidieron esperar, con la esperanza de no asustar a los animales. Cuando quedaban 30 minutos de luz, vieron al corzo salir de entre los pinos, agitando la cabeza y cruzando la siembra para esconderse en otro lugar. Era el peluca que tanto habían esperado. Decidieron acercarse lo máximo posible cuando el corzo se tumbó en la ladera. Al aproximarse a unos 330 metros, las hembras salieron corriendo hasta perderse en un pinar.

El corzo peluca recién cobrado junto al sabueso de Baviera del cazador. © José Pons.

Mientras tanto, el gran corzo no dejaba de agitar la cabeza, distraído y sin prestar atención a las hembras. 349 metros separaban a cazador y corzo. Durante cinco larguísimos minutos, José estuvo disfrutando del macho dentro del visor, analizando con calma su trofeo y templando los nervios. Llegados a este punto no se podían cometer errores.

Un lance para el recuerdo

Quedaban 20 minutos para que llegara la noche y el corzo continuaba de frente, por lo que el cazador decidió disparar justo en el instante en el que macho cambió de posición para enfilar el pinar por el que habían escapado las hembras. En su camino hacía pequeñas paradas para ramonear sin ofrecer un blanco claro. Después de 15 minutos de tensión absoluta el corzo hizo una breve parada y el .300 WSM de José resonó en el monte.


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El corzo quedó en el sitio y los cazadores no tardaron en alcanzarlo y descubrir que acababan de cobrar un macho para el recuerdo: «Era un peluca gigantesco, con la frente llena de protuberancias. Pesaría por encima de los 3 kilos», asegura José Pons. Además, al llegar a él descubrieron varias cosas: «Observando al animal comprendimos muchas cosas de su comportamiento. Por un lado no veía y por el otro se había arrancado parte de la peluca para poder ver. En medio de la peluca tenía unas pequeñas larvas y una fuerte infección. El pobre animal estaba sufriendo», confiesa el cazador.

Cazador y perro junto al gran corzo. © José Pons

La mejor historia de caza de corzo puede llevarse unos prismáticos Burris Droptine y un arnés Beretta

El lance que acabamos de narrar es uno de los participantes en el concurso que desde Jara y Sedal hemos lanzado en colaboración con Beretta Benelli Ibérica (BBI). La mejor historia puede llevarse unos magníficos prismáticos Burris Droptine 10×42, así como un arnés de Beretta.

Quienes quieran optar a este premio pueden hacerlo fácilmente enviando un email a [email protected], o bien un mensaje privado a cualquiera de nuestras redes sociales contándonos tu mejor historia de corzos, además de adjuntar las fotos de ese día, tu número de teléfono y seguir en Instagram el perfil de Jara y Sedal (@jaraysedal.es) y el de BBI (@beretta_benelli_iberica).