El pescador Javier Ruiz, de Ciudad Real, y su novia Quiteria R., pescaron el pasado fin de semana en aguas del Ebro a su paso por la Basílica del Pilar, en Zaragoza, una enorme carpa de 13,3 kilos de peso en una de las grandes ‘proezas’ que llevaban buscando tiempo en su equipo de pesca JQ222 y que, al fin, han logrado.

Se hicieron 600 kilómetros desde el corazón de La Mancha hasta la capital aragonesa para conseguir esa foto. «Nos habían dicho que era imposible por las condiciones del río en ese lugar, pero finalmente lo logramos», explica el pescador a la redacción de Jara y Sedal. Además, consiguieron capturar al ciprínido con otra particularidad: no usaron como cebo ni pellet ni boilies, como es característico en la práctica del carpfishing, sino con un simple «bote de maíz del Mercadona», aseguran.

El viaje, la picada y la expectación que creó la carpa: «20 personas se reunieron a ver cómo la sacábamos»

El pasado sábado, a las cinco de la mañana, Javier y Quiteria emprendieron el viaje desde Ciudad Real hasta Zaragoza: «Fuimos con la ilusión de poder conseguir esa fotografía mágica, y por ello nos colocamos en el parque que hay frente de la Basílica a pescar; la gente pasaba y nos decía que no íbamos a sacar nada, que era un puesto muy difícil, y la verdad que conforme pasaban las horas las esperanzas se nos desvanecían, y además que pasamos un calor bestial… hasta que a las 19:15 horas de la tarde, llegó la picada», explica Ruiz.

La pescadora y su perro frente a la Basílica del Pilar. © J. R.

Hay que tener en cuenta que ese puesto es «muy difícil» porque es una zona en la que hay «mucha corriente». «Cuando cogimos la carpa, además de los nervios de la propia picada en sí, teníamos 20 personas alrededor de nosotros mirando cómo la sacábamos. Todo el mundo viene buscando la foto con la Basílica detrás y hay mucha gente que está expectante… y eso puso más nerviosa aún a mi novia, que fue quien se encargó de ir trayendo a la orilla al animal», expone.

Once minutos de lucha con el ciprínido

Los pescadores en el puesto. © J. R.

«Tardamos en sacarla once minutos, porque se iba para las ramas que hay en la orilla del río. Hacía muchísima corriente, y eso tampoco facilitó que pudiésemos traerla a la superficie fácilmente», sigue describiendo Javier. Además, pone en valor que «esa fotografía con la Basílica detrás vale mucho para un amante del carpfishing, porque es un sitio en el que, en primer lugar, no puedes cebar por la corriente que hay y, además, tienes que tener la suerte de que el pez pare, coja el maíz y se clave en el anzuelo…», expone. Además, «hay mucho pez gato y siluro pequeño que devora todo lo que ve», de ahí que fuese un golpe de suerte que picase esa carpa, en ese lugar y con las condiciones mencionadas.

La pescadora, con la carpa. © J. R.