Los que vivimos el campo a diario lo intuíamos hace tiempo: los árboles no están aislados, forman parte de una red viva. Hoy, la ciencia le pone nombre a lo que tantos cazadores, ganaderos y guardas han observado con sus propios ojos. Estudios recientes demuestran que, bajo tierra, las raíces de los árboles se conectan con hongos para intercambiar información y nutrientes. A esta red la llaman ahora el Wood Wide Web.

Árboles viejos que cuidan a los jóvenes

Los científicos han descubierto que los árboles más antiguos —los grandes robles, hayas o pinos que se mantienen en pie durante décadas— actúan como nodos centrales del bosque. Les llaman ‘árboles madre’ y son capaces de nutrir a los más jóvenes, avisarlos cuando llega una plaga o reforzarlos en épocas de sequía. Este hallazgo coincide con lo que muchos del mundo rural defendemos: no se trata solo de plantar árboles, sino de cuidar a los que llevan más tiempo, porque son ellos los que sostienen la vida a su alrededor.

Una de las principales referencias que ha recogido National Geographic es el trabajo de la ecóloga forestal Suzanne Simard, profesora de la Universidad de Columbia Británica, que ha demostrado cómo los árboles establecen conexiones a través de redes de hongos micorrícicos. Según sus investigaciones, publicadas en revistas científicas como Nature y Ecology Letters, estos hongos actúan como puentes entre las raíces, permitiendo intercambiar carbono, nitrógeno y señales químicas. Esta red favorece sobre todo a los árboles jóvenes y debilitados, que reciben nutrientes de los ejemplares más grandes y sanos.

© Shutterstock

Una lección para quienes gestionan el monte

Quienes recorren los montes tras las huellas de corzos o jabalíes, quienes cortan leña o arreglan caminos saben que el bosque no se mantiene solo. La presencia humana, cuando es responsable, ayuda a conservar ese equilibrio invisible.

Ahora, con estas investigaciones, queda claro que los bosques no son conjuntos de árboles aislados, sino redes vivas. Y todo lo que hagamos —desde mover ganado o talar un ejemplar enfermo— afecta a ese sistema colectivo.


Un agricultor rompe a llorar después de que le expropien sus olivos para talarlos y poner placas solares en Jaén


Los investigadores que firman estos estudios no hacen más que respaldar lo que tantas veces se comenta entre agricultores, pastores, ganaderos o cazadores: el monte se entiende desde dentro. Y para cuidarlo no basta con campañas desde la ciudad, hace falta escuchar al campo y a quienes lo pisan todo el año.

Sobre el autor