Se llama Joan-Albert Torralba Maris, tiene 32 años y hasta hace año y medio era un apasionado del fútbol, espectáculo en el que desataba el estrés acumulado durante la semana. En agosto de 2019, su vida cambió al entrar en la sección de pesca de una tienda Decathlon.

En aquel momento la pasión de su vida dio un vuelco: «Desde aquel día me aficioné a la pesca sin saber por qué. Soy una persona muy nerviosa, impaciente, me estreso y me desespero muy rápido… pero desde entonces todo ha cambiado», relata Joan.

La pesca, una manera de relajarse

El pescador, con dos capturas más. © J. C.

Para relajarse, Torralba acudía a los partidos del Standard de Lieja -equipo de fútbol de la primera división belga- en los que cantando y gritando liberaba la tensión acumulada durante la semana, «pero un día entré a Decathlon para dar una vuelta y cuando salí de ahí, llevaba una caña de pescar en las manos… ¡y ni siquiera sabía cómo pescar!», describe en un genial testimonio sobre su primer contacto con la pesca.

Joan admite que cuando veía a los pescadores él mismo se decía: «Sí que es aburrido esto, estar sentado sin hacer nada esperando a que un pez muerda el anzuelo…». Pero, aquel día, no sabe muy bien por qué, decidió comprarse una caña y probar.

«Desde entonces he tenido suerte haciendo grandes amistades con otros pescadores que me han enseñado, sobre todo uno muy especial, que se llama Will y tiene 69 años. Todo pez que saco se lo debo a él, que me ha enseñado a pescar anguilas y depredadores», relata.

Sus récords personales

Otra imagen del pescador. © J. C.

Sus récords personales desde entonces son una anguila de 69 centímetros, una lucioperca de 75 y un lucio de 80. «La pesca me ha enseñado muchas cosas inexplicables. Cuando lanzo las cañas de pescar me siento como un gladiador; cuando pongo el cebo en el anzuelo, me siento como un químico; cuando me siento y espero, soy un monje tibetano que se queda hipnotizado viendo la punta de la caña fijamente sin parpadear y, cuando me llora el carrete, soy un salvaje», describe Joan.

«Pescar es vivir»

«Pescar es vivir» –sigue expresando- «porque a la hora de clavar un pez, vibro un millón de veces más que en el estadio», afirma sobre sus sentimientos durante las jornadas de pesca.

«Ahora si me preguntan si no me aburro ahí sentado esperando que un pez muerda el anzuelo, yo respondo que hay cosas más aburridas, como estar 90 minutos sentado esperando a que tu equipo favorito meta un gol gritando y cantando por 11 millonarios que van corriendo detrás de un balón».

José Gerpe, el cazador y pescador ciego que da a todos una lección de superación

cazador y pescador invidente
José Gerpe con varias truchas conseguidas durante una jornada de pesca. / J.G.

Se llama José Gerpe, vive en la localidad gallega de Santa Comba –cerca de La Coruña- y, a pesar de quedarse ciego a los 11 años, es cazador y pescador desde los 15. Ahora, a los 45, sigue practicando ambas aficiones como «motor» de su vida y su tiempo libre cuando su trabajo como vendedor de cupones se lo permite. Esta es su historia.