A pesar de que el lance al raposo muchas veces sucede de forma ocasional, cuando este salta en una jornada de caza en mano o bien cuando nos entra al puesto en una montería o espera, si de verdad queremos ponerle freno a sus poblaciones debemos dedicar especial atención al arma, la munición y la manera de juzgar el lance.

El cartucho adecuado

A la hora de elegir un cartucho de escopeta para cazar los españoles siempre hemos sido muy dados a irnos a los más grandes y más potentes. Creemos equivocadamente que nuestros resultados cinegéticos aumentan a medida que subimos el gramaje y el número de perdigón de nuestra escopeta. Nada más lejos de la realidad: recuerda siempre que el que mata es el indio, no la flecha, y que un cartucho excesivamente potente a menudo es mucho menos efectivo que uno más liviano. Pero recuerda que si tu objetivo son los zorros no vale cualquier munición multiusos. Es una especie de caza menor que por su gran tamaño precisa un cartucho especialmente potente. No te quedes corto o cada lance será una auténtica tortura.

Conoce tu arma

La munición óptima para hacer frente al zorro debe cumplir dos parámetros: el número mínimo de gramos debe ser de 36 y el plomo, de menor diámetro del número 4. Estas dos premisas serán más que suficientes para derriba a una raposa en casi cualquier situación. Pero ojo, a la hora de disparar debes comprobar siempre dos factores: la longitud del cartucho y la presión que da en recámara, información que encontrarás en su caja. Esto es fundamental hacerlo siempre, puesto que al tratarse de munición moderna y contundente hay muchas escopetas antiguas con recámara de 70 milímetros –o incluso de 68– en las que no se pueden introducir. Lo mismo sucede con la presión: si cargamos, por ejemplo, un cartucho mágnum en un arma que no ha sido diseñada para soportarlo corremos el riesgo de que la recámara sufra una sobrepresión que puede hacer reventar el cañón. No obstante, si tu escopeta cumple con estas dos premisas estaremos preparados para disfrutar de estos potentes cartuchos.

Cuidado si cazas en madriguera

El suelo vibra bajo tus pies y los perros tienen arrinconado a un zorro dentro de su túnel. Puede asomar en cualquier momento, pero no es tiempo para perder los nervios. Prepárate y espera su aparición. Déjalo salir. Que trote un poco y se aleje tanto de los perros que le siguen como de la línea de cazadores. Si va a la carrera deberás juzgar la distancia y la velocidad para adelantar el tiro lo necesario de tal manera que los plomos alcancen zonas vitales. Evita en la media de lo posible los disparos de culo. Además, si tiras de forma prematura puede que falles y el raposo vuelva bajo tierra, que plomees a algún perro o incluso que aprietes el gatillo con un compañero de caza sobre la solista. Esta es una modalidad de caza tremendamente entretenida, pero si no cumples las normas puede transformarse en una pesadilla.

La anécdota

Mañana de octubre en Salamanca. Cazando en mano. A 200 metros consigo divisar un zorro campeando. Rápidamente me agacho y abro la recámara de mi repetidora. Meto tres cartuchos de 50 gramos de doble cero. No, no me ando con sutilezas.

Acercarme al raposo no resulta sencillo, porque no hay vegetación, tan sólo unas cuantas encinas. Busco un tronco que se interponga entre ambos y camino hacia él. Cuando llego a unos 50 metros ya no hay más cobertura. Está parado y debo decidir si disparar o no. Me encomiendo a la munición y aprieto el gatillo. Levanta la cabeza y me mira. Repito el disparo. Me sigue mirando con curiosidad. Yo no puedo creerlo. No sé si es miope, o ciego… o quizá las dos cosas a la vez. Un tercer disparo y se marcha como si nada. Con los zorros… no hay tiros imposibles.

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