El cazador soriano Alberto Durán ha enviado a la redacción de Jara y Sedal las imágenes de una rara corza con media cara blanca grabada en las cercanías de Soria capital. Las instantáneas fueron captadas durante una espera de corzos el pasado domingo, 4 de abril. El coto en el que fue localizada esta corza y su compañera está ubicado a unos 20 kilómetros al este de la citada capital provincial.
Como varias tardes anteriores, el cazador estaba llegando a un punto estratégico donde podría observar a un macho de corzo viejo. Tras varios días de esperas y amanecidas en otros puntos del coto y con la incertidumbre de si las pasadas borrascas de enero habrían impedido la correcta nutrición de los corzos y el desarrollo de sus cuernas, había localizado en este lugar un viejo macho, perlado y con rosetas dignas de admirar aunque con unas «luchaderas raquíticas pero amenazantes», describe Durán. «Solo pude verlo pasar entre el bosque, pero fue suficiente para identificar el tipo de animal que allí rondaba», señala.
El Domingo de Resurrección, su día de suerte
El pasado domingo por la tarde, después de un paseo por el campo y un desmogue de ciervo encontrado en compañía de su novia, decidió compartir con ella una jornada que presagiaban buena.
Al llegar al lugar, una finca de barbecho entre dos pinares que hacían ladera alrededor de ella, vieron dos bultos y esos característicos puntos blancos que los identificaban como corzos. «Rápido vi que no era el macho que estaba buscando. Como habíamos pactado sería mi novia la primera en fotografiar a los primeros animales que viésemos. Yo me quedé observando dentro del pinar esperando ver esa silueta acercarse hacia la finca para comer», relata.
Al buscar ese viejo corzo, se toparon con la sorpresa
Al mismo tiempo, su novia no paraba de disparar fotos a esas dos corzas mientras comían tranquilas, con el canto de los pájaros de esas tardes de abril en el campo. Tras varios minutos le comentó que reservase un poco de batería para lo que estaba por venir, ya que tenía el presentimiento de que ese corzo especial daría la cara. A esto, su novia le espetó un: «Vale, dos fotos más y paro, es tan bonita la blanquita…».
«Le sonreí, me giré hacia donde ella apuntaba y entonces vi las dos corzas comiendo mirando hacia nosotros. La verdad es que me olvidé por completo del corzo y disfruté de esa bella estampa, ya que había visto en fotos colores en corzo raros, corzos albinos, manchas blancas, pero nunca en vida algo así», confiesa Durán.
Disfrutaron durante unos minutos más de su presencia hasta que un mal movimiento les delató, si bien volvieron al coche «con la alegría de haber visto un animal verdaderamente especial y de imaginar qué parto tendrá esta primavera», concluye el cazador.