Fue una jornada de pesca que terminó con un final que nadie se esperaba. No es para menos, dada la extraña circunstancia ante la que Javier Nontefrío se encontró el pasado sábado, 11 de mayo, en el embalse de Arlanzón, ubicado en la provincia de Burgos. Allí tuvo la oportunidad de presenciar un intrigante suceso del que ha asegurado parecer una especie de «irrupción de gas».

En concreto, esto tuvo lugar en «una de las colas o donde desembocan los arroyos desde la montaña al embalse», tal y como Javier ha contado al equipo de Jara y Sedal. El reloj marcaba en torno a las 15:00 horas cuando, mientras recogían al final de su jornada de pesca, observaron que «empezó a oler a gas metano y a sonar el agua como si hirviera».

Una «gigantesca» burbuja de sedimentos del embalse

«Cuando nos asomamos a la cola vimos cómo emergía el gas con restos de hojas, ramas, algas y los sedimentos que puede haber en un embalse, pero manaban de manera gigantesca. El volumen sería del tamaño de un coche y salían y se volvían a hundir», ha recordado respecto a la imagen que presenció. Asimismo, ha explicado que se extendían a una «velocidad extraordinaria».

© J.N.

Con la intención de descubrir el origen que podía haber dado lugar a tal escena, decidió preguntar en el pueblo. «Se dice que en ese pantano, debajo de él, antes había viejas minas de carbón. Igual la causa puede ser esa», ha teorizado sobre las informaciones que los vecinos le dieron al respecto.

Allí permanecieron durante un tiempo de unos 15 o 20 minutos en los que el fenómeno no cesó en ningún momento. Sin embargo, al cabo de ese periodo «se puso a llover a cántaros» y tuvieron que marcharse del lugar.

Es por ello por lo que no ha podido detallarnos la duración en concreto en la que se extendió esta tan extraña circunstancia, pero sí que «se volvía cada vez más grande» y que «olía a metano en todo el valle».

La gran emisión de gases de los embalses

Hace unos años, un estudio de la Universidad de Washington dio a conocer más información acerca de la emisión de metano y CO2 de los embalses. Los datos resultaron ser bastante mayores de lo que se habían estimado hasta la fecha, suponiendo esto un gran impacto en el cambio climático y el efecto invernadero.

«Descubrimos que las emisiones de metano estimadas por embalse es 25% superior a lo que se pensaba hasta ahora», explicó Bridget Deemer, jefa del estudio, al diario Washington Post.

La principal causa de ello es la descomposición de la materia orgánica que queda sumergida. A esto se suma también la tranquilidad de estas aguas, lo que hace que se estratifique en torno a su presencia de oxígeno y temperatura.


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En el caso de las aguas más profundas y frías, dado que el oxígeno no llega a difundirse, esa materia orgánica tiende a descomponerse hacia la formación de metano que se expulsa hacia la atmósfera mediante burbujas.

Además, en países de climas cálidos y con sequías, en esos periodos secos, cuando desciende el nivel del agua, crece nueva vegetación en su ribera. Al volverse a llenar el embalse, esta vuelve a quedar sumergida y a descomponerse, dando lugar a una repetición infinita del ciclo.