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Jesús Caballero – 02/06/2016 –
EL DISCO

Vivimos tiempos convulsos. El descrédito de ideales tradicionales ha dado paso a una marea de pensamiento débil que, a pesar de su poco calado, ve su mensaje amplificado en unas redes sociales de mejorable filtro intelectual. Un tosco pareado es capaz de convertir una idea vulgar en un trending topic… y así nos va. De la postmodernidad igualitaria, por ejemplo, se han derivado movimientos como el animalista, que en esencia propone tratar a los animales como sujeto de Derecho. Una rancia ideología que no dejaría de ser anecdótica si no implicara la criminalización de nuestro colectivo. El problema no es que no nos acepten, sino que su interpretación más escorada propone prohibir lo que detestan, que es lo nuestro. No parece un ejemplo democrático. Ir contra natura puede ser una opción, pero nunca una imposición.

No deja de ser paradójico que sea la nostalgia igualitarista la que reivindique esta distopía, pues fue George Orwell, en su obra Animal Farm (Rebelión en la Granja), quien la utilizó para parodiar las hipocresías del sistema estalinista. Es lo que tienen de malo las ideologías vintage, que obligan al adepto a ser desmemoriado. El animalismo obliga a una visión hemipléjica de la naturaleza en la que se obvia la existencia de predadores y presas, cosa que resuelven proponiendo una moral vegetariana en la esperanza de que brote, de ese pacífico herbivorismo, una sociedad más justa, equitativa y pacífica. ¿Será éste el ‘hombre nuevo’ de Lenin? A su pesar, el lobo sigue siendo cordero digerido, lo que revela una igualdad natural, cuando menos asimétrica. Esta ideología obliga a renegar de nuestra singular evolución, donde la ciencia señala a la caza como motor esencial. Aunque algunos enloquezcan, fue el consumo de carne proveniente de la caza, el carroñeo e incluso el canibalismo lo que aportó a nuestros ancestros la calidad de nutrientes necesarios para evolucionar a humanos. Escupir contra la Historia no cambia los hechos.

El Derecho no existe en la naturaleza, es fruto de la civilización humana, y de él surge el deber y la pena por su quebranto. Proponer una relación contractual con seres irracionales es una contraditio in terminis que, sin embargo, y esa es nuestra grandeza, no invalida la obligación de manifestar un comportamiento ético que no emana del Derecho sino de la dignidad intrínseca, que es esa cualidad derivada de la razón que nos permite, desde el libre albedrío, un comportamiento de rectitud y honradez en nuestra relación con todos los seres vivos, admitiendo que su vulnerabilidad, por irracional, es digna de compasión y preferente trato moral. El hecho de no masticar carne no es una cualidad elevada. La pretendida superioridad moral de los herbívoros sólo es una forzada interpretación ideológica que permite acusar a los cazadores de especistas y discriminadores de los seres ‘no humanos’. Si antropocentrismo es considerar a un hombre superior en dignidad a una merluza, espero que el colectivo no se debilite por ahí.

En definitiva, y aunque a algunos les repugne la evidencia evolutiva, nuestras capacidades esencialmente humanas, como el sentido de trascendencia, la capacidad de abstracción o el lenguaje articulado, se cimentaron con la sangre derramada por nuestros ancestros. ¡Qué le vamos a hacer! En 1977 EEUU lanzó el Voyager I, una sonda espacial enviada al espacio exterior con la esperanza de que pueda ser recuperada por alguna forma de vida inteligente y testificar, con ella, nuestra presencia en el cosmos. Carl Sagan fue elegido para liderar el grupo de científicos que prepararon el contenido del mensaje. En un disco de oro se grabaron saludos, sonidos, música y 115 imágenes que representaban los rasgos más definitorios de la naturaleza humana. Algunos de ellos dan testimonio de nuestra esencia cazadora: un bosquimano recechando con lanza un orix, un hombre cocinando carne y pescado, un bote pesquero faenando con sus redes y una flecha… Se calcula que hasta dentro de cuarenta mil años la sonda no alcanzará la estrella más cercana al sistema solar. La botella cósmica prosigue su camino con su ahora criticado mensaje. Está a veinte mil millones de kilómetros de la Tierra. Si alguien considera su contenido políticamente incorrecto, por favor, que suba y cambie el disco.