La finalidad de las redes sociales es realmente completa y variada. Estas pueden servir para hacer llegar un contenido al mayor número de personas posibles, contactar con alguien que está a miles de kilómetros o hacer reír a los demás. En torno a este último objetivo han grabado el vídeo que vamos a ver a continuación, en el que dos niños comparan sus vidas en el campo y en la ciudad.
El programa de El Hormiguero sentó en el mismo escenario a dos niños, uno que vive en el campo y otro que lo hace en la ciudad. Ante la misma pregunta, ambos dan respuestas muy dispares y dan lugar a momentos bastante cómicos.
En uno de ellos les ponen dos cubos llenos de estiércol para comprobar si saben identificar qué es. Después de amasarlo con sus propias manos y olerlo, el niño que vive en el campo le explica a la de la ciudad que se trata de excrementos y su cara, como suele decirse, vale más que mil palabras.
Diferencias de la vida en el campo y en la ciudad
Otros dos de los protagonistas tuvieron que enfrentarse a fotografías de famosos ‘Youtubers’ e identificar quiénes eran. Al contrario que en el caso anterior, el niño del campo era el que no tenía ni idea de quiénes eran esas personas. «Por favor, que alguien me diga cómo se llama porque no lo sé», pedía.
Una de las preguntas les planteaba la oportunidad de nombrar cosas que les hacen felices. La niña de la ciudad respondió sin dudar mencionando a su teléfono móvil. El del campo, en cambio, eligió el monte: «Me gusta ir a ayudar a mis padres a subir las vacas y a bajarlas».
A estos mismos les pusieron diferentes sonidos que tenían que reconocer. Los primeros hacían referencia a las características sintonías de, por ejemplo, Netflix o Windows. Posteriormente, estos correspondían a los emitidos por diversos animales. En ambos casos, uno de los dos niños estaba absolutamente perdido.
También este vídeo deja latente la diferencia con la relación con los animales. A los niños les acercaron un gallo y una gallina y, mientras el que vive en el campo lo coge con total naturalidad, la que vive en la ciudad ni siquiera es capaz de tocarlo. «No te hará nada», le aseguró el pequeño.