El estadounidense Brayden Hugunin, de 14 años, sufre una parálisis cerebral que no le permite caminar ni hablar. Pero eso no le impidió trasladarle a su padre su gran deseo mediante lengua de signos: él quería cazar un ciervo. Y lo consiguió, gracias a su padre.
11/2/2016 | Redacción JyS
brayden
Jerame Hugunin y su hijo Brayden, de Burlington (Kansas) no son el típico tándem padre-hijo que salen a cazar los fines de semana y recorren su coto tras el deseado trofeo. Jerame ha tenido que luchar para que su hijo pudiera salir con él tras los ciervos, no le ha tenido que comprar las mejores botas, pero sí adaptar su silla de ruedas motorizada para que pudiera hacer frente a los obstáculos del monte.
“Siempre me ha apasionado la caza, y Brayden se entusiasma siempre que llego a casa con un ciervo”, afirma Hugunin a The Kansas City Star. “Llevo mucho tiempo ideando la forma de que venga conmigo, sabía que encontraría alguna manera”.
Y la idea llegó en forma de anuncio, un anuncio que exponía las virtudes de unas nuevas sillas ‘todoterreno’ que hacían posible que las personas con una discapacidad severa superaran las barreras del medio natural. Sólo había un problema: el precio; pero eso no iba a parar a Jerame en su tarea de hacer feliz a su hijo.
Según relata el citado diario, Jerame y Randi, padres de Brayden, subastaron sus armas para poder costear esta nueva silla que le fabricarían en Pennsylvania. Además contaron con la ayuda de sus amigos que iniciaron proyectos de crowdfunding para poder reunir el dinero cuanto antes.
Y el deseado momento de la primera salida al monte de Brayden llegó en diciembre. Para entonces su padre ya había podido modificar la silla para incluir un mecanismo de sujeción para el rifle, así como también un disparador compuesto por dos botones que accionarían el gatillo cuando los pulsara el chico.
El día marcado en el calendario de los Hugunin empezaría con mal pie, pues al coronar una pequeña colina espantaron a un grupo de ciervas que huyeron corriendo, pero después de todo el esfuerzo no se rendirían y siguieron recechando, hasta que de pronto de detrás de unos árboles apareció un bonito ejemplar.
Jerame ayudó a su hijo a prepararse para disparar, apuntaron y cuando estuvieron listos y el ciervo se encontraba a tiro Brayden accionó el botón y el ciervo desapareció entre la maleza. “Tendríais que haber visto lo rápido que fue Brayden al lugar del tiro”, cuenta Hugunin al citado diario.
Se trataba de un gran ciervo que ahora los expertos están midiendo intentando sacar la puntuación final de su trofeo, pero tanto para Brayden como para su padre el premio fue otro mucho más sencillo: poder compartir un día de caza juntos.