Desde su creación en 2017, el Proyecto RUFA se ha convertido en una de las principales iniciativas para frenar el declive de la perdiz roja silvestre y otras aves esteparias. Impulsado por la Fundación Artemisan, este programa apuesta por un modelo de gestión en el que agricultores, cazadores y gestores cinegéticos trabajan juntos para conservar el medio rural y su biodiversidad.
En ese contexto, los denominados cotos demostrativos y «grupos perdiceros» actúan como laboratorios a cielo abierto donde se aplican medidas agrarias y cinegéticas destinadas a mejorar el hábitat de estas especies. Pero también lo son para comunicar qué funciona, cómo se hace y por qué merece la pena. Y ahí entran en juego las redes sociales, que se han convertido en una potente herramienta de divulgación para los protagonistas del mundo rural.
Un vídeo viral muestra una práctica clave para la perdiz
La Fundación Artemisan compartió el pasado mes de enero, a través de su perfil de Instagram, un vídeo que pone rostro y práctica a esa labor. El protagonista se llama Jon, es agricultor y también preside el coto demostrativo de Álava, uno de los terrenos donde se aplica el Proyecto RUFA. En las imágenes puede verse cómo este profesional siembra márgenes multifuncionales, una de las medidas más eficaces para recuperar la biodiversidad agrícola.
Estas franjas de vegetación, que se dejan crecer o se siembran de forma específica en los bordes de los cultivos, son auténticos oasis para la fauna silvestre. En palabras de la Fundación, «contribuyen notablemente al aumento de la biodiversidad en los espacios agrícolas y sirven de zona de refugio, alimentación y anidamiento para la fauna silvestre».
Un beneficio real para el suelo y las especies
Pero los beneficios de los márgenes multifuncionales no se limitan solo a la fauna. Un estudio del grupo operativo ‘Gestión de márgenes multifuncionales en secano’ destacó que estas franjas verdes actúan como barrera natural contra la erosión, mejoran la infiltración del agua y ayudan a conservar la materia orgánica del suelo. Además, frenan la escorrentía y reducen la contaminación difusa que afecta a los cauces.
Es decir, se trata de una práctica con impacto directo no solo en la conservación de especies como la perdiz roja, sino también en la sostenibilidad agraria. De hecho, las propias líneas estratégicas del Proyecto RUFA insisten en la importancia de mejorar el hábitat, suplementar agua y comida y reducir el impacto de productos fitosanitarios, todos aspectos a los que contribuyen estos márgenes.
La clave: implicar al agricultor
Este vídeo no solo muestra una buena práctica, sino que también refleja algo aún más importante: la implicación directa de los agricultores en la conservación. Frente a la habitual dicotomía entre producción y biodiversidad, el ejemplo de Jon demuestra que ambas pueden ir de la mano. Y que cuando el campo se gestiona con conocimiento y compromiso, los resultados pueden verse… y compartirse.
Con ejemplos así, el Proyecto RUFA refuerza su objetivo inicial: demostrar que aún hay margen —y nunca mejor dicho— para recuperar lo que se estaba perdiendo.