Entre Carlos Merello y sus socios lo apodaban «El Abuelo», posiblemente sea medalla de oro tras su homologación y lo más sorprendente de su esquivo comportamiento es que su cuerpo estaba repleto de heridas provocadas por otro corzo más joven. Cuando Merello lo abatió en Soria, incluso descubrió algunas muy recientes.
13/5/2019 | Redacción JyS

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El animal a la izquierda poco después de ser cazado y a la derecha meses antes con borra. / C.M.

El cazador y orgánico Carlos Merello y sus socios apodaban como «El Abuelo» a un extraordinario ejemplar de corzo con unas larguísimas cuernas que consiguieron abatir el pasado jueves 9 de mayo en Soria después de varias jornadas tras su pista. El animal presentaba multitud de heridas por su cuerpo, algunas de ellas muy recientes, que otro joven macho le provocaba.
El jueves pasado Carlos Merello vio la oportunidad de abatir este extraordinario ejemplar de siete puntas y que destaca por la longitud de su trofeo que aún no ha sido homologado, pero del que asegura que se «sorprendería mucho» si no fuese medalla de oro. Merello lo ha cazado en la provincia de Soria, «en un coto totalmente de pinar en el que es muy difícil cazar», explica el cazador que intentó a toda costa hacerse con este viejo corzo.
Este macho lo habían apodado entre Merello y sus socios como «El Abuelo», porque era un corzo «muy viejo y muy guerrero, con multitud de cicatrices y heridas abiertas, pudiéndose ver incluso la carne en alguna de ellas», relata el cazador y orgánico de Spain Outfitters. Tiene «unas hechuras únicas. Es viejo y tiene la peculiaridad de las siete puntas en sus largas cuernas, con una de ellas arriba del todo que le da mucha personalidad», afirma.
«Conocemos el corzo desde antes de comenzar la temporada», explica Merello, añadiendo que «cuando estaba con borra era todo un espectáculo». Entonces, el animal estaba «muy tranquilo en su zona junto con otros machos, pegándose casi a diario».

Un corzo que Merello falló hace tres semanas

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Imagen en la que se pueden apreciar las cicatrices en el corzo. / C.M.

Merello ya estuvo de rececho hace semanas para intentar hacerse con este bello ejemplar, el problema fue que «descorreó muy tarde». «Podría haberlo disparado antes… pero tenía borra», nos cuenta el cazador. Poco después, cuando descorreó, su actitud cambió. «Nos ladraba y salía huyendo siempre que dábamos con él», relata.
Un día de aire, Merello se dio cuenta que la forma de cazar este corzo debía ser muy rápida o nunca se harían con él. «Hace tres semanas di con él de nuevo, con la mala suerte que me vio a mí antes de localizarle. No me quedó más opción que arriesgarme y tirar», con la mala suerte de que el disparo dio en la rama de un pino y espantó al animal. «Tuve que tomar la decisión sabiendo que, si daba el paso en falso, el corzo se iba a ir y además pagaría las consecuencias durante las semanas posteriores, porque agudizaría aún más su condición huidiza», explica el orgánico.

«El Abuelo» ya presentaba serias heridas

Al día siguiente Merello vio otra vez a «El Abuelo» a través de una de las cámaras de fototrampeo que colocó para comprobar que no lo había dejado herido en el lance fallido. Y no lo estaba por su disparo, pero sí por los encontronazos con otro joven macho. «Tras una semana que dejamos tranquilo al animal y, al comprobar las cámaras, vimos que tenía el jamón sangrando en cantidad… ¡estaba herido!», exclama el cazador.

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El animal, con una herida abierta en el jamón. / C.M.

Por aquel entonces Merello ya se había obsesionado con el corzo. «Tal era mi fijación con él, que me fui a ver si lo localizaba en un día con 35 kilómetros por hora de viento, un día sin sentido para cazar», nos cuenta.
Tras diez días sin dar con el animal, el cazador supuso que igual podría haber muerto. De hecho poco después junto a sus compañeros de coto intentaron -sin éxito- dar caza al otro macho que le provocaba las heridas. Pero en este cúmulo de circunstancias volvió a aparecer. «Lo vi de nuevo y se me encendió la pasión cinegética…», relata el cazador.
En esta ocasión el animal sí le dejaba avanzar y colocarse a pocos metros. «Me pude recrear. Fue un tiro a cincuenta metros y fue toda una suerte que el instante fuese fructífero», concluye Merello.
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Merello espera que el trofeo del animal sea medalla de oro. / C.M.

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