Desde hace ya demasiado tiempo escuchamos noticias sobre el descenso de perdiz roja silvestre, de su desaparición de muchos cotos y de la frustración de muchos cazadores y gestores por no ser capaces en recuperar sus poblaciones.

Esta situación no es nueva y viene sucediendo en muchos cotos desde los años 70 del pasado siglo, si bien desde que la entrada en vigor de la Política Agrícola Común (PAC) y la transformación de nuestros campos las cosas no han hecho sino empeorar. Pero no todo está perdido.

Un proyecto para recuperar la perdiz roja

En las últimas décadas varios grupos de investigación y gestores cinegéticos han intentado traer de vuelta a las perdices silvestres, estudiando por una parte los factores que han hecho que sean más escasas y por otro parte proponiendo medidas para su recuperación. Uno de estos grupos es el de Producción y gestión cinegética de la Universidad de León.

Su estudio tenía como principal objetivo evaluar el efecto de un paquete de gestión cinegética en poblaciones silvestres de perdiz roja, conejo de monte y liebre ibérica, utilizando para ello una finca de pequeño tamaño –308 hectáreas–, pero que a su vez fuera representativa de la situación que viven muchos cotos en España: poca caza y de difícil recuperación.

La perdiz roja fue la especie sobre la que más investigación se realizó y a la que se dirigieron las medidas realizadas, si bien también se estudió la evolución del conejo y liebre, en los que se esperaba que las medidas pudieran ser también positivas, y tampoco olvidando otras especies de aves no cinegéticas, incluyendo las rapaces. 

Vista de la finca de la investigación. /Universidad de León

Situación de partida

El proyecto, que fue ideado por Vicente Gaudioso –catedrático de la Universidad de León– y Juan Antonio Olmedo –ex jefe del Servicio de Medio Ambiente de la Diputación de Valladolid–, comenzó su andadura en 1995.

La finca Matallana tiene un 40% de tierras de labor y un 60% de zonas forestales y arbustivas. En aquel año existía una pequeña población de perdices –entre dos y tres parejas por cada 100 hectáreas– y densidades humildes de conejo de monte –en torno a 40 conejos/100 hectáreas–, si bien las liebres eran abundantes teniendo en cuenta la zona geográfica –pseudoestepa cerealista–, unas 15 liebres por cada 100 hectáreas.

Al tratarse de una finca pública se contaba con cierta ventaja, dado que se podía negociar cuándo hacer ciertas labores agrícolas. La estrategia era muy clara: implementar medidas de gestión para que las perdices criaran mejor y pudiera tener oportunidades de defenderse de sus predadores naturales. Esto también implicaba que la agricultura fuera ‘más amiga’ de la caza en un intento de minimizar sus efectos negativos.

Manos a la obra

Para empezar, la caza se vedó y se contrató a un guarda, pieza clave para el éxito del proyecto. También se levantó un vallado permeable para evitar la entrada de ganado, jabalíes y ‘curiosos no bienvenidos’. Durante los primeros años se creó una red de siembras para la caza, se distribuyeron comederos y bebederos y se realizaron tareas de desbroce en zonas arbustivas. 

También se llevó a cabo un control de predadores con arreglo a la ley, incluyendo zorros y urracas durante la primavera, así como un control durante todo el año de perros asilvestrados, siguiendo la normativa vigente.

Por último, se hizo un esfuerzo adicional para luchar por la recuperación del conejo de monte durante los primeros años, entendiendo que su presencia podía ayudar a la perdiz. De este modo, dentro de la finca se decidió llevar a cabo translocaciones de lagomorfos y construir vivares y cercos de cría en semi-libertad para incrementar sus densidades. 

Reparando el vallado que se instaló. /Universidad de León

Control de las poblaciones

Las poblaciones de caza se miraron ‘al milímetro’, y también se hizo un esfuerzo para establecer la presencia de especies de predadores protegidos, especialmente rapaces.

Además de los datos que se recogían en cada visita la finca, se hizo un censo general en primavera, en el que toda la finca se cubría utilizando batidores, contando con colaboración de los alumnos de la Facultad de Veterinaria de León. Por otro lado, se realizaron censos de perdices en verano, otoño e invierno para evaluar la reproducción y supervivencia.

A lo largo de los años se fueron realizando varios estudios de radioseguimiento en perdices, conejos y liebres que permitieron profundizar un poco más en lo que estaba sucediendo en la finca. Y también se fueron recopilando los costes del proyecto. 

Momento en el que se lleva a cabo uno de los censos. /Universidad de León

Los distintos censos, que fueron coordinados durante la mayor parte del proyecto por José Antonio Pérez Garrido, fueron mostrando cada año una mejora gradual de las poblaciones de perdiz. Tras cinco años, la densidad de parejas se duplicó, y en el año 2004 se alcanzaron, por cada 100 hectáreas, 12 parejas en primavera, 98 perdices en verano y 86 en otoño, casi cinco veces más en comparación con 1995.

Hay que destacar que, pese a que no se realizó caza propiamente dicha, de 2000 a 2004 se realizaron pequeñas capturas de perdices ‘en vivo’ para otros proyectos de investigación –alrededor de diez perdices por cada 100 hectáreas y año– que no ejercieron efectos negativos en la población. Estas densidades de perdiz son las más altas registradas en Castilla y León hasta la fecha, y se aproximan a las de aquellos cotos de la mitad sur peninsular en que la perdiz silvestre solía ser muy abundante. 

El conejo también se recuperó

El conejo también se recuperó, alcanzando densidades superiores a los 200 individuos por cada 100 hectáreas durante los años finales del estudio, si bien la liebre no corrió la misma suerte por la llegada de la tularemia, enfermedad que diezmó sus poblaciones en la comarca palentina de Tierra de Campos.

Junto con conejos y liebres se pudo observar que la finca albergó nada menos que 48 especies de aves propias de estos paisajes mesetarios, incluyendo 21 especies de rapaces: por ejemplo, aguilucho cenizo, aguilucho pálido, ratonero, cernícalos común y primilla, azor, gavilán, águila culebrera y en época de migración milanos reales, negros, halcones abejeros y lechuzas campestres, entre otras.

En cuanto a los costes econonómicos, fue necesario realizar una inversión anual de 50 euros por hectárea, siendo el gasto en el guarda el más importante. 

Carlos Díez fumigando un majano de conejos. /Universidad de León

¿Quieres ponerlo en práctica en tu coto? Toma nota

Aquellos cotos que aún albergan perdices y quieren recuperar sus poblaciones –al menos de dos a tres parejas por 100 hectáreas– deberían centrarse en poner en marcha las medidas anteriormente descritas intentando favorecer además la presencia del conejo de monte, cuya recuperación también puede ayudar, y mucho, a la patirroja.

Eso sí, se necesitan aproximadamente entre cuatro y cinco años para comenzar a ver resultados, exigiendo cierto compromiso económico. Estas son las medidas que se deben adoptar.

1-. Veda de la perdiz

Dado que no existían suficientes perdices para cazar en el inicio del proyecto, no tenía sentido cazarlas o capturarlas hasta que no alcanzaran unos niveles mínimos. No fue hasta el año 2000 cuando se realizaron las primeras capturas –a los cinco años de su comienzo–. 

2-. Comederos y bebederos

Como en la finca existían períodos de carestía de alimento en invierno y agua en verano, se dispusieron de 16 comederos de otoño a primavera –dando una mezcla de trigo y cebada, uno por cada 20 hectáreas– y diez bebederos en parejas desde finales de primavera hasta principios del otoño –uno por cada 60 hectáreas–. Estudios de fototrampeo confirmaron un uso habitual por parte de perdices y conejos, pero también se confirmó la presencia de otras especies no cinegéticas.  

Rellenando uno de los comederos. /Universidad de León

3-. Guardería

Se contrató un guarda a tiempo parcial para realizar el control de predadores, mantener los comederos y bebederos, revisar el vallado y colaborar en otras tareas junto con el grupo de investigación. Esta guardería se reforzó durante la temporada de caza para evitar la entrada de escopetas no bienvenidas. Su presencia fue clave por su poder de disuasión, si bien esto no impidió que, de manera ocasional se produjeran episodios de furtivismo. 

4-. Desbroces

Para evitar que las zonas forestales y arbustivas se cerraran en exceso, se planificó un desbroce selectivo de dichas zonas fuera de la época reproductiva. De este modo, durante buena parte de año se podían encontrar perdices en este hábitat, un indicador de que podían encontrar refugio y alimentación durante la mayor parte del año.  

5-. Siembras para la caza

Se decidió plantar de forma intercalada 15 tiras de siembras para la caza dentro de las zonas forestales y arbustivas. Tales tiras consistían en una mezcla de cebaba y veza y se extendían sobre una superficie 0,2 hectáreas en las que no se utilizaron ni pesticidas ni herbicidas.

Pese a que no se tomaron datos específicos, los autores del estudio consideran que estas siembras fueron capaces de ofrecer insectos a las polladas de perdigones –y otras aves–, un momento crítico durante sus primeras semanas de vida. 

Foto de uno de los comederos. /Universidad de León

6-. Control de predadores

En primavera, el guarda de caza fue el encargado de llevar a cabo un control de predadores según la normativa vigente en zorro y córvidos, utilizando para ello cajas-trampa y escopeta. El control de perros asilvestrados se extendió durante todo el año, contando para ello con la ayuda del servicio de recogida de animales de la Diputación de Valladolid.

La finca contaba con suficiente refugio, lo que podría haber contribuido al control de la predación, si bien la recuperación de la perdiz y el conejo hubiera sido más lenta sin tal control. Las densidades de los predadores se mantuvieron en niveles similares durante los años siguientes. 

7-. Recuperar el conejo de monte

Los investigadores tenían claro que sin su presencia en la finca la perdiz tendría muy complicado asegurar su existencia. Aprovechando las pequeñas poblaciones de conejos en la finca, se trasladó un pequeño número de ellos a zonas de la finca en las que no estaban presentes, recurriendo a los conocidos Majanos Mayoral y, a su vez, creando dos cercados de cría en los que los conejos no tardaron en reproducirse.

El trabajo, supervisado por Carlos Díez, también incluyó la vacunación y desparasitación de los animales siempre que fuera posible, así como la fumigación de vivares para mitigar el impacto de las enfermedades.

Referencia del artículo Sánchez-García, C., Pérez, J.A., Díez, C., Alonso, M.E., Bartolomé, D.J., Prieto, R., Tizado, E.J., Gaudioso, V.R. 2017. Does targeted management work for red-legged partridges Alectoris rufa? Twelve years of the ‘Finca de Matallana’ demonstration project. European Journal of Wildlife Research. DOI: 10.1007/s10344-017-1083-8