Todos sabemos que cuando vamos a cazar el jabalí hay más posibilidades de volver a casa con las manos vacías que con una buena pieza para meter en la cazuela. Por eso los puestos como este no abundan, y son el sueño de cualquier cazador.
La caza es incierta. Cada vez que salimos al campo lo hacemos con la esperanza de cruzarnos con el jabalí, el ciervo, la perdiz, el conejo o la liebre de nuestros sueños… y ser capaces de ganarle la partida.
No es fácil. Los animales salvajes son más rápidos, más fuertes y conocen mejor el entorno que nosotros. En nuestro caso disponemos del arma más potente de todas: la inteligencia. La misma inteligencia que nos permite establecer tácticas de caza… y crear trampas o armas con las que poder llevarlos a nuestros estómagos.
Pero además de todo eso, de conocer la técnica, las costumbres, el escenario de caza y todos los secretos de las piezas, hay un factor que siempre es necesario: la suerte. Sin ella, no hacemos nada. Si no que se lo digan al protagonista del siguiente vídeo, que salió de casa rezando por tener suerte para cazar un jabalí, y acabó teniendo este regalazo de la diosa de la caza.