Por Ángela Medina (Veterinaria)

La procesionaria del pino es una polilla, cuyo nombre científico es Thaumetopoea pityocampa.  Este lepidóptero pasa por distintas fases hasta alcanzar el estado adulto: huevo, larva (u oruga) y pupa. Tiene dos características casi inconfundibles: las orugas construyen unos “nidos” en forma de bolsa blanca que se disponen en las ramas de pinos y las orugas se desplazan por el suelo en fila, dando la impresión de que están en procesión. 

¿Por qué ha llegado a España?

El incremento de la procesionaria en España se relaciona con el calentamiento global, dado que la procesionaria tiene difícil sobrevivir en temperaturas bajo cero y lluvias persistentes. Pese a que también se habría producido introducciones de larvas enterradas, no hay duda que el clima ha jugado a favor de esta plaga, de ahí que este problema sea por lo general más importante en comunidades como Valencia y Baleares.

¿Es tóxica la procesionaria?

Sí, la procesionaria del pino es tóxica. Pueden producir reacciones alérgicas en la piel tanto en personas como en animales, aunque la gravedad depende de cada caso. Durante los últimos años, las visitas al veterinario se han multiplicado en aquellas zonas en las que hay una gran incidencia de la procesionaria. Además de las alergias, pueden ocasionar lesiones oculares. El tratamiento es similar al que se aplican en caso de alergias.

Un nido de procesionaria sobre un pino. ©Shutterstock

¿Por qué es perjudicial para los perros?

La oruga que se arrastra en una macabra procesión es un espectáculo que los perros más cachorros –y los no tanto– no se resisten a olfatear o degustar. Ante el inminente peligro, las orugas liberan sus arpones, que son auténticas flechas envenenadas con thaumotopina.

Los pelos urticantes de esta oruga provocan una potente inflamación del esófago y estómago, vómitos y una reacción alérgica que le hará sentirse abatido. Es grave, y requiere asistencia veterinaria urgente.

Si el perro ha sido infectado empezará a hipersalivar y se frotará desesperado contra el suelo, los belfos se le inflamarán, como también la cara, e incluso puede sufrir vómitos. Si la lengua ha sido afectada aumentará tremendamente de tamaño cambiando a un color muy oscuro, signo de necrosis con el consiguiente riesgo de perder algún trozo de la misma.

Por suerte, la respuesta al tratamiento es buena y no deja secuelas. El tiempo de recuperación varía: si la inflamación es leve mostrará una mejoría rápida, pero si el cuadro es complicado y el perro no puede comer ni beber habrá que hospitalizarle durante algunos días y administrarle fluidoterapia intravenosa de soporte para evitar la deshidratación.

Lo peor que puede pasar es que se trague una oruga: entonces el pronóstico será muy grave.

¿Qué hago si mi perro toca a una oruga?

  1. En primer lugar trata de mantener la calma, ponte unos guantes de látex o de nitrilo e intenta extraer los ‘arpones’ envenados de la oruga que sean visibles.
  2. Después aplica en la zona lavados con agua templada –la toxina es sensible al calor– o sustancias ácidas –como vinagre o limón–. El veterinario se encargará del resto, así que acude lo antes posible a él.
  3. Si la lengua se ha necrosado, el veterinario retirará los tejidos muertos y ‘recetará’ al paciente una dieta blanda, ya que tendrá dificultades para aprehender alimentos y masticar –en casos severos se tendrá que recurrir a la alimentación intravenosa–. También valorará la necesidad del uso de medicación para el dolor. Estos cuidados pueden alargarse un par de semanas hasta la total recuperación.