A mediados de 2022 una noticia sobre la pesca de un monstruoso siluro en el Ebro llegaba a los grandes medios generalistas: «Pescan el siluro europeo (Silurus glanis) más grande de España». El monstruo fue capturado por un pescador vallisoletano en en río Ebro, cerca del pueblo zaragozano de Escratón. La enorme bestia medía 2,67 metros y pesaba más de 120 kilos. El pescador relató que tuvo que pelear duramente contra él durante más de media hora hasta lograr sacarlo a la orilla. El pasado 11 de agosto otro, si bien mucho más pequeño, aparecía en el embalse de Santa Teresa, en Salamanca, donde se desconocía la presencia de la especie.

La gesta del ‘monstruo del Ebro’, como se le empezó a llamar al capturado en 2022, saltó a un gran número de medios generalistas, que recogieron la épica captura. La reciente noticia del siluro de Santa Teresa también ha creado un buen revuelo, pero estos hechos noticiosos, también son preocupantes. En realidad, la existencia de siluros en nuestras aguas es una mala noticia.

El siluro, especie exótica invasora

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Siluro. © Shutterstock

El siluro está considerado especie exótica invasora por el Gobierno de España debido a su gran voracidad y a su capacidad de acabar con las especies autóctonas. Es un depredador cuyo principal problema es precisamente el volumen que tiene y la gran cantidad de comida que necesita para sobrevivir. Cuando llega al cauce de un río y se reproduce, su presencia supone la desaparición de otros peces de la zona, los cuales son incapaces de defenderse ante él. Especies como la carpa, el barbo, la trucha, la boga o incluso otros depredadores como el black bass o el lucio, están viendo mermadas sus poblaciones preocupantemente en aquellas aguas en las que se encuentra presente. Su voracidad es tal que es capaz de devorar a otros animales como patos o palomas.

Por este motivo, muchos pescadores no ven con buenos ojos el hecho de que se dé difusión y se promocione la pesca de este depredador a través de los medios de comunicación: el hecho de convertirlo en algo atractivo puede hacer que sea introducido artificialmente en aguas en las que ahora no está presente, lo que puede suponer el fin de otras especies, como ya hemos comentado.

Se está expandiendo por España

Un pescador y seguidor de Jara y Sedal con un gran siluro de Mequinenza. © D. P.

Lo más preocupante es que los malos augurios están en lo cierto. Como ya hemos informado en varias ocasiones en Jara y Sedal, el siluro ya está presente en otras cuencas diferentes a la del Ebro. Es el caso del Júcar, el Pisuerga, el Duero, el Tormes o el Guadalquivir.

La detección del siluro en una zona con la importancia biológica del bajo Guadalquivir, supone estar a las puertas de una tragedia ambiental, según los expertos, ya que la desembocadura este río constituye la zona de cría y engorde de muchas especies, sobre todo de especies comerciales. La desembocadura del Guadalquivir produce el 90 % de los boquerones, sardinas, lubinas, corvinas y lenguados -entre otras especies- que después se pescan en el Golfo de Cádiz.

En el caso del localizado en el embalse de Santa Teresa de Salamanca representa el mismo riesgo: la llegada a la cuenca de una especie alóctona y su posible expansión hacia lugares donde hasta el momento se desconocía que podría haber siluros.

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