La suma de factores es extensa, pero es bien cierto que la desaparición de la caza menor, en especial de la perdiz roja en amplias áreas, vino a coincidir con la imparable expansión del jabalí por terrenos donde hasta entonces ni existía o su presencia era meramente testimonial. Por eso su control, en especial en esta época de cría, en los terrenos que gestionamos es una prioridad de primer orden, porque de no tener contenida su población en nuestros cotos las perdices y otras especies, cinegéticas o no, que críen a ras del suelo lo van a tener muy complicado y el que salga algún bando será una proeza de supervivencia cuasi milagrosa.

Yo, lejos de extrañarme en los años buenos de tempero porque no hayan criado las perdices, lo que hago es admirarme de que un par haya conseguido sacar adelante a una prole nutrida. Eso es lo raro realmente en una zona en la que abunde el jabalí… que hoy son casi todas. Para más inri, las perdices tienen la poca conveniente costumbre de anidar en las proximidades del cereal, que es un imán para los cochinos. Genéticamente su conducta no está evolucionada para convivir con una sobre población de jabalí. Lo hacen casi todo mal.

Les encanta comer perdices

En una ocasión también asistí a un espectáculo en un atardecer de espera. Dos jabalíes pequeñajos se pusieron como locos al llegar a la orilla de la siembra y toparse con un bando de pollos del tamaño de gorriones. Se arrancaron a darse carreras tras ellos, liando un esturreo de perdigones y un caos tremendo. La pobre hembra de perdiz corría como loca de un lado para otro arrastrando el ala y haciéndose la herida para tratar de atraer la atención del par de rufianes, pero los cochinos iban a lo suyo y llegaron a trincar un pollo antes de que yo dejase de ser mero espectador y pasase al papel de defensor de las perdices oprimidas.

Dejé a uno de los dos con las ruedas pa’rriba, pero el otro no lo pude meter en la mira antes de que llegase a lo sucio. ¡Para que luego digan que el jabalí sólo come carne o se vuelve cazador cuando no tiene disponibilidad de alimento! ¡30 campos de fútbol de avena tenían aquellos y se lanzaron a por las perdices con una ilusión que parecía no hubiesen comido en una semana! Se notaba que no era la primera vez que lo hacían ni el primer perdigón que se apretaban entre pecho y espalda.

Si sólo comiesen carne cuando el hambre les aprieta tampoco tendrían la necesidad de devorar a otros jabalíes que algún desaprensivo deja tirados en la misma orilla de la siembra en que lo ha matado; y sin embargo, si los buitres no acaban con ellos, sus congéneres no suelen tardar en pegarse el festín, y si la carne va ya un poco pasada de fecha… miel sobre hijuelas.

Una perdiz con sus perdigones.
Una perdiz con sus perdigones. © María Beltrán de Heredia

El control es obligatorio

Amo a los jabalíes. Son animales supervivientes y admirables, divertidos de cazar y deliciosos en la mesa, pero eso no es obstáculo para que yo pueda reconocer que la medida que están adoptando algunos gobiernos autonómicos, con un poco de sentido común, de permitir cazarlos durante todo el año incluso con visores nocturnos y térmicos… es muy acertada.

Incluso con esa libertad de fechas y métodos de caza es tarea harto complicada pero muy necesaria el tenerlos a raya esta próxima primavera. Si queréis que la temporada de menor sea como soñáis, seguid controlando zorros, urracas y demás pero no os olvidéis de los jabalíes de vuestros cotos. Quizá el secreto para que el campo tengo un mínimo respiro sea centrarnos más en ellos y algo menos en otros que llevan la fama… y sin embargo no cardan tanta lana.