El origen del podenco canario parece remontarse al año 3000 a. de C., cuando los faraones egipcios, aficionados a la caza, utilizaban perros de similares características en sus cacerías. Así consta en algunas pinturas encontradas en tumbas y otros yacimientos arqueológicos de las dinastías egipcias. Tanto respeto profesaban los faraones a sus perros que incluso uno de sus dioses, Anubis –deidad protectora de Osiris–, portaba una cabeza de podenco sobre un cuerpo humano.

Aun así, fueron los fenicios, con sus innumerables viajes comerciales, los que introdujeron el podenco en nuestras islas afortunadas. Incluso el nombre de Islas Canarias parece deberse a la gran cantidad de canes que vivían salvajes en sus escarpadas montañas, como consta en escritos de autores como Plutarco, Plinio, Platón o Juba, el famoso historiador que dio nombre a estas islas merced a la «canis… ingentis magnitudinis» que en ellas encontró. No es de extrañar, por tanto, la estrecha relación que une a los canarios con sus perros afortunados.

El podenco canario es otro de nuestros perros autóctonos que, junto a sus congéneres andaluz e ibicenco, conforma la terna podenquera española. Al igual que en el segundo de éstos, la insularidad ha permitido que sus rasgos fisiológicos así como su carácter y aptitudes ante la caza hayan permanecido inalterables durante siglos.

Trabajo conejero contrastado

El podenco canario es uno de esos perros cuya evolución ha estado ligada desde el principio a un hábitat concreto. Las Islas Canarias poseen una orografía muy peculiar formada por rocas de origen volcánico que complican el terreno hasta el punto de hacerlo prácticamente intransitable para el cazador. El podenco se desenvuelve fácilmente en este tipo de cazaderos y resiste perfectamente las altas temperaturas que el suelo canario puede llegar a alcanzar en su temporada de caza –de julio a noviembre–. Así, esta raza se ha especializado en un tipo de terreno… pero también en una presa: el conejo. Gracias a un excelente olfato, unido a un oído prodigioso y a una vista muy aguda, no se le resiste el astuto orejudo que en la intrincada roca volcánica repleta de tubos y grietas encuentra cobijo fácilmente.

Cazando con igual pasión en solitario que en grupo, el podenco canario persigue vertiginosamente a su presa hasta llevarla al cazador o recluirla en su guarida. Cuando realiza su labor de búsqueda lacea en absoluto silencio que rompe cuando localiza y acosa al conejo latiendo o ‘cantando’, como se nombra popularmente a este característico sonido. Si la pieza se esconde en su madriguera emitirá otro ladrido distinto y conocido entre los cazadores isleños como ‘llamada’: en estos casos siempre ha sido tradición el empleo del socorrido hurón, una pieza indispensable en la caza canaria que durante siglos ha mantenido una peculiar asociación con el astuto podenco.

Estándar del podenco canario

Con una alzada de 55 a 64 centímetros en el caso de los machos y de 53 a 60 en el de las hembras, su cabeza está bien proporcionada en relación con el resto del cuerpo: es estrecha, alargada, de forma cónica y con un stop poco marcado. La nariz es ancha, con trufa de color carne y fosas muy abiertas.

Sus ojos pequeños, rasgados, normalmente de color ámbar, tienen una mirada de expresión astuta, noble… Las orejas son grandes, de implante más bien alto, anchas en su base y de terminación afilada. Suele portarlas erguidas y de cuello cilíndrico, largo, potente y sin papada, su pecho está muy desarrollado con un costillar ovalado, un dorso potente, musculado y adaptado a la carrera, riñón largo, grupa sólida –algo descendente hacia la cola– y vientre recogido, aunque nunca en exceso.

La cola, de inserción baja, continuando la grupa, desciende por debajo del corvejón. Afilada en la punta, en reposo debe portarla en forma de hoz y erguida en la marcha. Las extremidades delanteras están bien aplomadas. Son delgadas pero muy sólidas y perfectamente rectas hasta el suelo, mientras las traseras son fuertes y flexibles, y todas con ‘pie de gato’, ovalados, almohadillas fuertes y resistentes. Por último su pelo es corto, liso y tupido, con un manto preferentemente blanco y rojo en sus distintas tonalidades naranja, canela, cobre..

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