El conocido arquero y colaborador de Jara y Sedal nos cuenta cómo consiguió cazar el último día de la temporada uno de esos viejos jabalíes que se las sabe todas. 
28/2/2019 | Redacción JyS 

jabali pedro ampuero
Ampuero se había cruzado en varias ocasiones con el rastro del gran animal que «no daba la cara». / Pedro Ampuero

«Los jabalíes grandes aparecen siempre cuando menos te lo esperas», afirma Pedro Ampuero, gerente en Europa de desarrollo de la firma americana de ropa y equipamiento técnico KUIU, experimentado arquero y colaborador de esta casa que recientemente ha conseguido abatir uno de esos viejos jabalíes que perduran por mucho tiempo en la memoria. 
«Son animales que sabes de su existencia, pero en la mayoría de las veces poco más. Son inciertos, de costumbres cambiantes, amantes de la noche y sin jefe. Sin duda saben ellos mucho más de nosotros que nosotros de ellos», relata sobre su experiencia siguiendo el rastro del gran animal. A pesar de que nunca «dio la cara» en las siembras, ni en el comedero, ni siquiera en la charca de su coto en Burgos junto a la que esporádicamente dejaba impregnado de barro algún que otro árbol, finalmente lo ha conseguido abatir. 
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Pedro había dedicado varias tardes en intentar localizar al animal sin éxito. / Pedro Ampuero

Toda una temporada siguiendo sus rastros

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Nuestro protagonista aprovechó las nevadas para conocer las costumbres del animal. / Pedro Ampuero

Ampuero había advertido los daños de los jabalíes en las siembras y había registrado la huella del gran macho varias veces en ellas «y en el comedero», donde a pesar de no contar con cámara de fototrampeo, en la zona sí que lo había visto el pastor e incluso «un cazador de becadas del pueblo lo había levantado en una ocasión». Todos decían que era grande, cada vez que veía las enormes pezuñas de un suido marcadas en el barro de algún agostado charco imaginaba cómo sería el día en que cruzaran sus caminos. Cuando apenas tenía noticias de él, adivinó sus costumbres gracias a «sus pisadas durante las nevadas, en las que se veía cómo recorría cada noche kilómetros de distancia y totalmente diferentes», recuerda. 

Aunque había dedicado varias noches en intentar dar con el jabalí. Finalmente el lance sucedió en el descuento, «cuanto la fe estaba ya perdida», dice. «Un día de esos que andas con prisa y tarde, corriendo para llegar al puesto y a pesar de todo te pilla la noche».
 
Nuestro compañero y dos buenos amigos, Borja Gómez Y Fernando Hernández, se colocaron aquel día de espera lo más deprisa posible y «con mucho cuidado», llegaban tarde. Pedro y Borja compartían postura. Fernando lo haría en solitario. Al asomarse los dos primeros al comedero elegido encontraron ya en él una piara que llevaban tiempo controlando. «Parecían todos muy tranquilos así que nos pusimos a ver si había algo más por los alrededores y fue cuando a 100 metros del puesto localizamos una sombra entre los pinos», relata Ampuero.
 
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Pedro había intentado cazar al gran jabalí durante varias noches, pero no había conseguido localizarlo. / Pedro Ampuero
Pedro dice que todo sucedió muy rápido. «Desapareció en poco tiempo sin llegar a poder juzgarlo». Y añade: «Tenía buena pinta pero no quería confundirme con la hembra jefa de la piara». Con el corazón latiendo a mil por hora, Pedro decidió esperar cuando… a los 15 minutos, «otra vez de entre los pinos se asomo la misma sombra».
 
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Ya casi sin luz, «una gran sombra» entre los pinos les puso en alerta. / Pedro Ampuero

Finalmente el gran suido «daba la cara»

Minutos después de haber localizado aquella «gran sombra» entre los pinos, el gran jabalí salía al claro. Tras muchos meses siguiendo su rastro, por fin Pedro podía meterlo en el visor Swarosvki de su rifle, un Sauer 404 Synchro XTC en calibre .270 Winchester. Poco a poco el animal se acercó «a la plaza» y nuestro protagonista accionó el gatillo. 
 
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Borja Gómez, a la izquierda, y Fernando Hernández, admiran el trofeo del jabalí abatido por Pedro Ampuero. / Pedro Ampuero

El jabalí fue abatido limpiamente. Ampuero había conseguido dar con el animal que tantas veces había imaginado. «Es una gran ilusión por fin cruzar nuestros pasos con ese fantasma», nos cuenta. «No todos los días puedes abatir un macho viejo en el norte de Burgos, montañas salvajes que hacen muy especiales estos lances», añade.
Nuestro compañero se siente especialmente contento por haber podido compartir la experiencia con dos buenos amigos: «Fernando Hernández y Borja Gómez, que lo hizo incluso más especial». Y finaliza el relato de lo acontecido recordando el momento en que Fernando -que no tuvo suerte ese día- se acercó al puesto de sus amigos y cómo desde allí los tres llamaron al padre de Pedro a través de una videollamada para que viera el jabalí. «Me dijo que no podía creer la suerte que había tenido, mi padre lleva toda la temporada intentándolo y al final tuve la suerte de cazarlo yo, aunque no ha sido nada fácil». 
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Pedro Ampuero y el gran jabalí abatido en espera. / Pedro Ampuero