Todo cazador tiene una gran responsabilidad sobre sus hombros: ser un ejemplo dentro y fuera del monte. Especialmente los más jóvenes, que inician su camino con la ilusión por bandera y una mochila llena de dudas. Es precisamente en ese momento cuando más necesitan guía, valores y principios. Por eso, es fundamental que los veteranos transmitan las normas éticas que sostienen la caza verdadera, esa que respeta al entorno, a las piezas y al resto de compañeros.

Enseñar estas reglas no escritas no solo fortalece al colectivo, sino que también garantiza que la actividad cinegética siga siendo vista como lo que es: una herramienta de gestión, un modo de vida y un legado que merece ser cuidado. Aquí repasamos las seis claves que no deben faltar en el aprendizaje de cualquier joven cazador.

Respeta la ley… y lo que no está escrito

La primera norma es sencilla, pero no por ello menos importante: cumplir la normativa vigente. Cazar fuera de temporada, superar el cupo o usar medios prohibidos no solo es ilegal, es una falta ética imperdonable.

Ahora bien, no todo se encuentra en los boletines oficiales. Hay actos que, siendo legales, siguen estando mal. Respetar el horario de caza, no molestar a otras cuadrillas o no tirar a piezas pequeñas por capricho son gestos que demuestran madurez y ética.

Honra la vida del animal y aprovéchalo

Una cazadora aprovecha la carne de un ciervo recién abatido.

El respeto a la pieza no termina con el disparo. Al contrario: aprovechar la carne del animal abatido es una forma de agradecerle el sacrificio. No se trata solo de quedarnos con el trofeo, sino de valorar todo lo que nos ofrece.

«La caza acaba en la mesa, no encontrarás una carne mejor y más sana», afirman muchos veteranos. Y no les falta razón. Transportar la canal, despiezarla y compartirla forma parte de ese proceso de respeto y agradecimiento.

Dispara con el calibre adecuado

Utilizar un arma con potencia suficiente es una obligación ética. El disparo debe ser certero, rápido y eficaz. No se trata de probar puntería, sino de minimizar el sufrimiento de la pieza.

Un proyectil con la energía justa y una buena colocación es la mejor garantía de una muerte limpia. La elección del calibre no debe basarse en modas, sino en la realidad del terreno y el tipo de caza que se practica.

Conoce a fondo tu arma

Cazador con su rifle.
Cazador con su rifle. © Israel Hernández

Tener un rifle potente no sirve de nada si no sabes usarlo. El conocimiento del arma es una extensión del propio cazador. Cada botón, cada palanca, cada reacción tras el disparo debe ser conocida y dominada.

Disparar con confianza solo se consigue con práctica. Un joven cazador debe entrenar, asistir a campos de tiro y aprender de quienes ya han pasado por allí. La seguridad y la eficacia dependen de ello.

No le quites opciones a la pieza

Una caza ética es aquella que ofrece oportunidades reales de escape al animal. Si la pieza no tiene posibilidad de librarse, no es caza: es una ejecución. Esa frontera, aunque a veces difusa, debe estar siempre presente.

El concepto de caza justa implica medir nuestras fuerzas con las del entorno. Esperar, rastrear y buscar el mejor momento es parte del reto. Si todo está dado, ¿dónde queda el mérito?

No dispares a distancias extremas

Las balas vuelan más lejos que nunca, pero eso no significa que debamos aprovecharlo. La tradición manda acercarse a la pieza, ganarse el lance y reducir los márgenes de error. Cuanto más lejos dispares, más dependes del viento y la suerte.

La pericia no se mide por los metros, sino por la inteligencia y el sigilo con los que llegas al punto de tiro. Esa es la verdadera esencia del cazador que respeta a su presa.

Sobre el autor