El río Ebro vuelve a ser escenario de una de esas historias que parecen sacadas de una leyenda. José Manuel Martínez Tello, un joven de Altura (Castellón) de tan solo 21 años, consiguió el pasado fin de semana capturar un siluro gigante de 2,44 metros de longitud y más de un centenar de kilos. El ejemplar fue extraído en las inmediaciones del embalse de Mequinenza (Zaragoza) tras una intensa lucha que puso a prueba tanto al pescador como a sus compañeros.
José Manuel se puso en contacto con Jara y Sedal para compartir las instantáneas y relatar una experiencia que difícilmente olvidará. «Íbamos buscando siluros grandes, de dos metros. Pero claro, no nos esperábamos uno de dos cuarenta y cuatro», explica aún con la emoción a flor de piel.

Una pelea épica en el río
El combate con el pez comenzó desde el pato, la pequeña embarcación neumática desde la que los jóvenes se adentraron en el Ebro en busca de grandes capturas. «Una pelea brutal desde pato, que casi vuelo al agua en varias ocasiones», recuerda José Manuel. El animal, con una fuerza descomunal, lo arrastró río arriba y río abajo mientras sus compañeros intentaban ayudarle con otros patos.
La situación se volvió insostenible cuando el siluro casi hunde la embarcación. «El pato prácticamente lo hundía, lo volcaba», relata. Fue entonces cuando los pescadores decidieron arrimarse a la orilla para tratar de culminar allí la faena. Tras unos 20 minutos de lucha en el agua y otros 10 más desde tierra firme, lograron doblegar al coloso fluvial.

El superdepredador del Ebro
El siluro, originario del este de Europa, es hoy una de las especies invasoras más temidas en nuestras aguas continentales. Capaz de superar holgadamente los 100 kilos de peso, se ha convertido en un superdepredador que arrasa con peces autóctonos, aves acuáticas y anfibios. En algunos casos extremos, incluso se han documentado ataques a pequeños mamíferos que se acercan demasiado a la orilla.
En 2018, la sobrina de un vecino de Cáceres relató cómo un siluro devoró a un fox terrier en el río Tiétar, un episodio que dejó constancia de su potencial depredador. Estos peces, al alterar las cadenas tróficas, han provocado un notable declive en especies tan emblemáticas como el barbo o la boga, generando un profundo desequilibrio en los ecosistemas fluviales.
Pasión por la pesca de gigantes
Más allá de la preocupación medioambiental, la pesca del siluro se ha convertido en un auténtico desafío deportivo que atrae a aficionados de toda Europa. En este caso, José Manuel y sus amigos emplearon un señuelo de vinilo tipo sandra, con el que lograron clavar al ejemplar. La experiencia, como reconoce el joven, fue tan agotadora como inolvidable.
«Más de 20 minutos de pelea y al final salió un 2,44», explica satisfecho. Para él, esta captura es el reflejo de una pasión que va más allá de la simple afición: es la prueba de resistencia, técnica y compañerismo que exige enfrentarse a un monstruo de río capaz de poner en jaque a los mejores pescadores.









