En plena Guerra Fría, y con la humanidad explorando los límites del Sistema Solar, la NASA decidió lanzar un mensaje al universo. En 1977, junto a las sondas espaciales Voyager, envió un disco de oro grabado con sonidos, saludos y 115 imágenes cuidadosamente seleccionadas para representar lo que somos como especie. Entre esas escenas, flotando por el espacio desde hace casi medio siglo, hay testimonios gráficos de una verdad innegable: el ser humano ha sido cazador y pescador desde sus orígenes.
Este archivo interestelar, una suerte de cápsula del tiempo dirigida a civilizaciones extraterrestres, incluye desde sinfonías clásicas hasta el llanto de un bebé, pasando por saludos en 56 idiomas y sonidos de la naturaleza. Pero también recoge, de forma clara, el vínculo ancestral del hombre con la obtención de alimento a través de la caza y la pesca.
Una historia marcada por la subsistencia
Entre las imágenes contenidas en el disco aparece un bosquimano cazando, un hombre cocinando carne y pescado, así como un bote pesquero faenando con redes y flechas. Estas escenas no son fruto del azar, sino el reflejo de una actividad que ha definido a nuestra especie durante milenios. Lejos de ser un vestigio anecdótico, la caza y la pesca están tan integradas en el relato humano que fueron consideradas clave para explicar quiénes somos a posibles habitantes de otros mundos.
El disco fue ideado para ser reproducido mediante un gramófono, aunque las posibilidades de que alguna forma de vida inteligente lo encuentre y logre descifrarlo son mínimas. Se estima que la Voyager no alcanzará la estrella más cercana hasta dentro de 40.000 años, y para entonces ya habrá dejado de emitir cualquier radiación detectable.
Más que un mensaje: un símbolo
A pesar de lo improbable que resulte su hallazgo, el objetivo del disco no era tanto establecer comunicación como dejar constancia de la evolución humana. Se trata de un gesto simbólico, una declaración cósmica que muestra nuestra capacidad de crear, transmitir y preservar mensajes incluso fuera de nuestro planeta.
El hecho de que entre las 115 imágenes seleccionadas figuren actividades como cazar o pescar demuestra hasta qué punto estas prácticas son inseparables del desarrollo humano. La NASA, al seleccionar esas escenas, las elevó a la categoría de elementos esenciales de nuestra civilización.