El valle del río Manzanares podía presumir de su presencia en la época del Pleistoceno Medio. Estamos hablando del Megaloceros matritensis, una especie de ciervo gigante que habitó en esta zona hace entre 300.000 y 400.000 años.

Al principio pensaban que se trataba de Megaloceros savini, pero los análisis de los fósiles recolectados en las terrazas del río han desvelando que se trataba de una nueva especie. El responsable de describirla ha sido Jan van der Made, un investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN).

Tal y como ha asegurado, es una forma enana del grupo de los ciervos gigantes. De igual modo, tiene una estrecha relación con otras especies de este género. «Seguramente era un animal bastante común hace unos 350.000 años, momento en el que fue contemporáneo de su pariente más famoso, M. giganteus», ha explicado.

Al ser una época que está muy documentada en Europa, resulta llamativo que la hayan detectada con anterioridad. «Hasta ahora se pensaba que los fósiles de las terrazas del Manzanares pertenecían a su antecesor M. savini, lo que dio lugar a contradicciones en la datación de las terrazas del río». «Con este descubrimiento las confusiones sobre la antigüedad de las terrazas han quedado solucionadas: se formaron hace unos 400.000-300.000 años», ha explicado Van der Made.

Recreación del Megalocerus giganteus.
Recreación de otra especie, el Megalocerus giganteus. © Shutterstock

¿Cómo era el Megalocerus matritensis?

En cuanto a sus características, esta especie presentaba diferencias en la forma de las astas y el tamaño de sus dientes y huesos. Asimismo, tenía adaptaciones masticatorias, como premolares especialmente grandes, y una posición más baja del cóndilo. Este último es la articulación que une la mandíbula con el cráneo.

«Aunque no conocemos la dieta de este cérvido, los datos que nos proporcionan sus fósiles nos permiten inferir que se trataba de un herbívoro ramoneador que seleccionaba mucho los alimentos», ha expuesto el investigador.

«El grosor del esmalte de su dentición nos hace pensar que, posiblemente, se alimentaba de plantas más duras de las que forman habitualmente la dieta de los ciervos gigantes. Asimismo, las características geológicas de las zonas donde se han encontrado sus fósiles favorecen el crecimiento de plantas adaptadas a suelos ricos en yeso que probablemente formaban parte de su dieta».

El paleontólogo ha contado que «una de las curiosidades de esta investigación es que contradice la regla de Cope, según la cual las especies tienden a evolucionar aumentando su tamaño, una regla que sí parecían cumplir los cérvidos».

«Sin embargo M. matritensis, el último miembro de un linaje de ciervos gigantes, fue disminuyendo su tamaño durante el Pleistoceno Medio», ha concluido.