Aunque muchos recuerdan haberlo visto en tiendas de animales o en películas infantiles, el mapache (Procyon lotor) ha dejado de ser un simpático recuerdo para convertirse en un auténtico problema ambiental. Sus crías, con su aspecto de peluche y mirada tierna, lo hicieron popular como mascota en España, pero cuando crece, este animal puede volverse agresivo, destructivo y portador de enfermedades que ponen en riesgo la biodiversidad.
Del salón al monte
Durante años, la venta de mapaches como animales exóticos fue una moda en auge. Su imagen encantadora y su carácter juguetón los convirtieron en una opción muy atractiva para los amantes de las mascotas poco convencionales. Sin embargo, muchos de estos ejemplares acabaron abandonados cuando alcanzaban la madurez y su comportamiento dejaba de ser tan amistoso.
Una vez en libertad, el mapache ha demostrado tener una gran capacidad de adaptación. Es omnívoro, oportunista y tremendamente inteligente. Se alimenta de frutos, insectos, pequeños vertebrados, huevos y todo tipo de restos orgánicos, lo que le facilita asentarse en entornos urbanos y rurales. Esta capacidad de adaptación, sumada a su alta tasa de reproducción, lo convierte en un invasor difícil de controlar.

Una amenaza para la fauna y el ser humano
En el medio natural, el Procyon lotor desplaza a especies autóctonas y depreda sobre nidos de aves, anfibios y pequeños mamíferos. Pero su amenaza no se limita a la fauna silvestre. Se ha confirmado que puede actuar como reservorio de tuberculosis, una enfermedad que puede afectar gravemente al ganado y que tiene importantes consecuencias económicas.
Además, es portador de enfermedades graves como la rabia, moquillo y toxoplasmosis, que no solo afectan a los animales domésticos y de granja, sino que en algunos casos también suponen un riesgo para la salud humana. Su carácter impredecible y su potencial agresividad refuerzan el riesgo que supone su presencia en libertad.

El caso de Madrid: una acción urgente
La Comunidad de Madrid lleva años lidiando con la expansión de esta especie invasora. El aumento de avistamientos y los daños registrados en zonas rurales obligaron a incluir al mapache en la orden de vedas de caza de la región, permitiendo su control mediante la caza.
Las autoridades autonómicas consideran prioritaria la erradicación de especies como esta, ya que no solo dañan los ecosistemas, sino que suponen un riesgo sanitario. Se cree que los primeros ejemplares fueron liberados en 2004. Hoy en día podemos encontrarlos en las riberas del Henares y ha llegado incluso a Guadalajara. En el norte de la Comunidad de Madrid se ha visto en Soto del Real, al oeste en Aldea del Fresno, y al sur en el río Tajo en Aranjuez, además de en la cuenca del Alberche y la cuenca alta del Manzanares.
Un problema difícil de revertir
La expansión del mapache en España es ya un hecho. Aunque los focos más preocupantes se encuentran en Madrid, también se han detectado poblaciones estables en otras comunidades como Cataluña, Valencia o Castilla-La Mancha. Su control requiere un esfuerzo coordinado entre administraciones, técnicos y ciudadanía.
La experiencia ha demostrado que las especies exóticas no siempre son inofensivas, y que una decisión aparentemente inocente —como comprar un animal de aspecto tierno— puede tener graves consecuencias años después. En este caso, el mapache ha pasado de ser una mascota exótica a convertirse en un enemigo silencioso para el campo español.