Buenos días, os agradecemos mucho vuestra presencia. En primer lugar, trasmitiros un saludo muy cordial en nombre de casi el millón de personas que practicamos la caza en España y también de las múltiples organizaciones y empresas que trabajan en torno a este sector. En España, la caza además de ser una actividad lúdica y deportiva tiene un importante impacto económico y social, e involucra, directa o indirectamente, a cinco millones de personas, de sectores tan variados como el del turismo, la distribución, la alimentación o la hostelería. La actividad cinegética genera en mi país en torno a los 6.500 millones de euros al año, invierte 400 millones de euros en conservación, emplea a más de 200.000 personas y representa el 0.3% del PIB nacional.
Por tanto, la caza tiene una enorme importancia social y económica, fundamentalmente en los territorios rurales, donde se considera una imprescindible herramienta para el desarrollo económico y la fijación de población. Sin embargo, vivimos un cambio de paradigma social que crece y se alimenta en las grandes ciudades e influye de una forma notable en la clase política, que busca desesperadamente el voto fácil. El discurso animalista es una amenaza real que debemos conocer en profundidad y defendernos de ella con las armas adecuadas.
Se ha titulado este evento con el nombre de caza sostenible y conservación. Nosotros creemos que no se pueden alcanzar los objetivos de desarrollo sostenible sin la caza. Sí, me refiero a esos ODS de aplicación universal que se fijaron en la Cumbre de desarrollo Sostenible en 2015, en la llamada agenda 2030 y fundamentalmente al objetivo número 15 (Vida de los ecosistemas terrestres).
Hay que tener en cuenta que los objetivos son absolutamente dependientes unos de otros y el fracaso de cualquiera de ellos, probablemente, impedirían el éxito de la mencionada agenda. A nadie se le escapa que la conciliación entre naturaleza y humanidad es ciertamente compleja y multidimensional.
Resulta incuestionable que la voluntad de todos los interesados en la caza, también lo debía de ser de los no cazadores, es la sostenibilidad cinegética y el desarrollo sostenible de la actividad. Evocando al profesor Montoya, erudito en el desarrollo de un modelo de caza sostenible, él afirma, en lo que yo humildemente coincido, que a efecto del manejo racional de la caza, la sostenibilidad y el desarrollo sostenible son cuestiones distintas, aunque muy ligadas entre sí. La sostenibilidad cinegética se refiere a las actuaciones antrópicas, las relacionadas hombre – animal, ejecutadas en una unidad de gestión, delimitada y gestionada. Esta sostenibilidad exige que su manejo sea equitativo desde la triple perspectiva ambiental básica; la social, la económica y la ecológica y, por tanto, incluyendo todos los aspectos legales, históricos, culturales y científicos.
Por otro lado, el desarrollo sostenible no es otra cosa que los beneficios ambientales obtenidos por el manejo sostenible de la caza. Beneficios ambientales siempre referidos simultáneamente a lo social, lo económico y lo ecológico. Unos beneficios que alcanzan a todo el entorno, desde la conservación de valores naturales, conservación de muchas especies de animales protegidas, mantenimiento y aumento de la biodiversidad, seguridad sanitaria animal, prevención de accidentes de tráfico, lucha contra los incendios forestales, generación de empleo, fijación de población rural, turismo cinegético o fotográfico, ocio, desarrollo rural.
Pero, desgraciadamente, estos beneficios ambientales no son reconocidos, y mucho menos pagados por la sociedad, y eso es objetivamente malo para la conservación, la sostenibilidad y el desarrollo sostenible y es la causa probable del fracaso de los ODS. Por tanto, el desarrollo sostenible debe abordarse desde la triple perspectiva, ecológica, social y económica, y no desde la ideología ecologista que desprecia la propia supervivencia del ser humano.
La sostenibilidad del medio natural no es posible sin la acción cinegética. La humanidad está obligada a cazar si lo que se pretende es que exista un equilibrio en la naturaleza y un adecuado aprovechamiento de los excedentes de los recursos del planeta. La sostenibilidad, esa receta mágica que salvará el planeta, no es otra cosa que la manera en que el mayor número de personas puedan vivir en una condiciones adecuadas y duraderas en este planeta sin comprometer el futuro de las próximas generaciones.
No se puede separar la naturaleza del ser humano. Es cierto nuestro compromiso con la naturaleza, pero siempre será condicionado por el irrenunciable objetivo de supervivencia de nuestra especie. Nosotros no consideramos al hombre una amenaza para el planeta, sino una oportunidad. A través de nuestra etapa evolutiva hemos atesorado suficientes conocimientos como para conocer cuál debe ser el camino del futuro y ese no pasa por no cazar. La sostenibilidad no es sinónimo de conservación a través de la prohibición del aprovechamiento de los recursos, pues como decíamos anteriormente, no tiene en cuenta los aspectos sociales, ecológicos y económicos de los espacios. La conservación de las especies y de sus hábitats exige un cambio en los modelos conservacionistas clásicos y ahora abrazados por la Comisión europea y por muchos políticos de nuestro entorno.
La Unión Europea considera prioritario la realización de políticas que luchen contra la despoblación. Y las políticas relacionadas con la caza, sin duda, deberían formar parte de la estrategia global de la Unión Europea de proteger a sus ciudadanos, también los del medio rural. La finalidad de los tratados europeos también consiste en aproximar el ejercicio de las competencias a los ciudadanos en la mayor medida posible, con arreglo al principio de proximidad enunciado en el artículo 10, apartado 3, del TUE. 3. Todo ciudadano tiene derecho a participar en la vida democrática de la Unión. Las decisiones serán tomadas de la forma más abierta y próxima posible a los ciudadanos.
En el caso de la caza en general, en particular la gestión de la caza de la tórtola, y en futuros casos que se irán produciendo con otras especies de aves ya sean migratorias o sedentarias, creemos que ninguno de los condicionantes anteriormente referidos se han cumplido, y lo que es peor, no se van a cumplir, a no ser que se produzca un cambio de rumbo en las políticas europeas de conservación.
Así queremos trasladarle un mensaje a la Dirección General de Medio Ambiente de la Comisión Europea, para que intervenga en la paralización de la estrategia prohibicionista y absolutamente anti-caza del Comité NADEG. Y exigir a la Comisión que los datos que se manejen sean datos objetivos y oficiales y no los suministrados por entidades contrarias a la actividad de la caza y, además, muy cuestionados por la comunidad científica. Igualmente, pedimos que trabajemos en proyectos que aseguren la sostenibilidad y que se reconozca que la caza juega un papel fundamental en la conservación de las especies cinegéticas y no cinegéticas.
La comisión ha llevado al centro del debate a la caza, cuando la caza no es la mayor causa de la deficiente situación de ninguna especie y ha impedido el normal desarrollo de toma de decisiones de determinados estados miembros con el español, sometiéndole a un procedimiento sancionador aun habiendo actuado correctamente como es el caso de la caza de la tórtola.
Se ha atendido más a una pretensión de corte ideológico de prohibición de la caza, que a otros muchos factores que deberían haberse tenido en cuenta.
Yo soy ciudadano europeo, mis compañeros y amigos son ciudadanos europeos y estamos absolutamente decepcionados con la actitud de la Comisión. Lo digo con tristeza. Muchas veces nos decimos a nosotros mismos que no podemos hablar desde el victimismo, pero lo cierto es que somos unas víctimas. Víctimas del desconocimiento, de la ignorancia, de la despreocupación de una élite política europea que se ha alejado de sus territorios y ha caído rendida en los brazos del conservacionismo prohibitivo como receta para una recuperación de la naturaleza que nunca se producirá.
Nuestra vocación siempre ha sido europeísta, hemos trabajado siempre en pro de una Europa unida, no solo económicamente, sino también socialmente. Sin embargo, parece que los políticos y funcionarios de la Unión han olvidado que de ellos depende la imagen que percibimos los ciudadanos de la Unión. Si no se atiende a las demandas de la población y se toman decisiones que solo satisfacen a una minoría, en este caso eco-animalista, irá cambiando la percepción favorable en la opinión pública. Sobre todo, mucho me temo, en los países del sur, y todo esto es eso, es un enorme error político sobre el que tenemos que reflexionar todos.
Si la UE no está a la altura de sus responsabilidades, el retroceso de credibilidad ciudadana, sobre todo en el mudo rural, puede ser irreparable y asistiremos al triunfo de los populismos que tanto daño han hecho a la construcción europea».