Níscalo, un macho de lince ibérico de 10 años, se convirtió en el protagonista inesperado de las últimas semanas en la provincia de Cáceres. Según ha publicado El Mundo, el felino salió de su hábitat en el Parque Nacional de Monfragüe y comenzó a alimentarse de algunos corderos de rebaños ovinos en distintas explotaciones ganaderas.

Los veterinarios que lo han tratado lo describen como un animal con un instinto cazador intacto. Esta primavera se introdujo en una finca de Valencia de las Torres causando también incidentes con el ganado, recuerda el citado medio.

El ganadero afectado mantiene la calma

El ganadero José María Cerro fue quien sufrió algunos de los ataques del lince. «De repente lo vi pasar con la cabeza de un cordero en la boca y salí corriendo detrás de él», explicó en declaraciones recogidas por El Mundo. Cerro, que maneja un rebaño de hasta 500 ovejas, relató cómo durante varias noches tuvo que realizar labores de vigilancia nocturna para intentar frenar las pérdidas.

Fotograma del lince con un cordero recién capturado. © El Mundo

La presencia del lince en los alrededores de Talaván, a 48 kilómetros de Monfragüe, sorprendió a todos. En pocos días, los ataques sumaron una treintena de bajas en el rebaño de Cerro.

A pesar de la tensión, el ganadero subrayó que era consciente de que no podía hacer nada contra el animal, al tratarse de una especie protegida, añade la crónica de El Mundo.

Capturado con trampa

Tras varias semanas , Níscalo fue finalmente capturado el 17 de septiembre gracias a los sistemas de geolocalización que portaba y a una trampa con cebo.

Los técnicos de Medio Ambiente actuaron con rapidez para evitar más ataques y comprobaron que el ejemplar se encontraba en buen estado. En la actualidad, Níscalo ha sido devuelto a Monfragüe, aunque en un cercado controlado. El objetivo es impedir que vuelva a escapar, aunque no se descarta su traslado al centro de recuperación de fauna de Sierra de Fuentes, según asegura el citado medio.

Níscalo sobre un árbol. © El Mundo

El lince, aliado de la caza menor

Un reciente estudio científico ha confirmado que la presencia del lince ibérico en los cotos de caza no solo no perjudica a la actividad cinegética, sino que resulta clave para mejorarla. Según ha publicado la revista Journal of Nature Conservation, los territorios que cuentan con este felino muestran poblaciones mucho más abundantes de perdiz roja y conejo de monte, dos especies fundamentales para la caza menor.

La investigación, desarrollada en el sur de Portugal con la participación de la Fundación Artemisan, analizó cuatro cotos del entorno de Mértola. En dos de ellos había linces reproductores y en los otros no se constató su presencia. Los resultados fueron claros: en las fincas con linces se registró una densidad de perdices cinco veces superior y una notable abundancia de conejos, mientras que en los espacios sin el gran felino estas especies eran escasas o prácticamente anecdóticas.

El estudio también revela que la presencia del lince reduce de forma natural la presión de depredadores oportunistas como zorros, meloncillos o gatos asilvestrados, habituales en las zonas donde el felino no está presente. De esta manera, el lince actúa como un regulador del ecosistema, favoreciendo la biodiversidad y el equilibrio entre especies.

Una especie beneficiosa

Aunque el caso de Níscalo ha generado una preocupación puntual entre los ganaderos de Cáceres, lo cierto es que el lince ibérico se ha consolidado como una especie beneficiosa para la conservación de los ecosistemas mediterráneos. Su papel como regulador natural de depredadores menores favorece la biodiversidad y contribuye a la recuperación de especies de caza menor. Los cazadores lo saben bien: la mayoría de los linces habitan hoy en cotos de caza, donde conviven sin generar conflictos y donde han encontrado un hábitat idóneo para reproducirse y expandirse.

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