La ley animalista aprobada en el Gobierno de Pedro Sánchez que entró en vigor en 2024 sigue generando situaciones surrealistas. En uno de los últimos vídeos compartidos en redes sociales, los responsables de un conocido «santuario vegano» muestra cómo declaran oficialmente a una vaca lechera como animal de compañía y librándola así de cualquier control sanitario exigible a los ganaderos.

En el vídeo, publicado en TikTok bajo el título «Durante años nos dijeron que una vaca no podía ser considerada animal de compañía…», las responsables del santuario muestran cómo retiran los crotales (los identificadores oficiales que garantizan la trazabilidad ganadera) de una vaca llamada Loli. A continuación, explican que el animal ya dispone de un microchip y ha sido inscrito en el Registro de Animales de Compañía como miembro del santuario.

Mientras realizan la grabación, lanzan su mensaje emotivo habitual: «Hoy Loli es más libre que nunca». Después de esto, aprovechan para pedir dinero a sus seguidores, como es habitual en este tipo de campañas. «Ahora que por fin tiene una amiga con la cual formar un vínculo especial, es cuando empieza su verdadera segunda oportunidad. ¿Lo ves, Loli? Te prometimos que por fin tendrías una familia. La espera ha valido la pena».

@santuariovegan Durante años nos dijeron que una vaca no podía ser considerada animal de compañía… @Laura ♬ sonido original – Fundación Santuario Vegan

Una ley diseñada para contentar a los santuarios animalistas

Lo que a muchos ciudadanos les puede parecer un simple gesto simbólico es, en realidad, el resultado directo de la ley animalista impulsada y aprobada por el anterior ejecutivo, con el apoyo de los principales colectivos animalistas radicales, que formaban parte del gobierno de coalición de Pedro Sánchez.

El texto legal, recogido en la Ley 7/2023 de protección de los derechos y el bienestar de los animales, introdujo por primera vez la posibilidad de inscribir animales de producción como animales de compañía, siempre que dejen de tener finalidad productiva. Así lo recoge el artículo 3.a de la norma: «Los animales de producción sólo se considerarán animales de compañía en el supuesto de que, perdiendo su fin productivo, el propietario decidiera inscribirlo como animal de compañía en el Registro de Animales de Compañía».

De esta manera, santuarios y colectivos animalistas pueden reconvertir legalmente animales de producción —vacas, ovejas, cabras, cerdos o incluso pollos— en animales de compañía con los que seguir pidiendo donaciones y generando ingresos mientras evitan las obligaciones sanitarias, productivas y de control ganadero que el resto de españoles están obligados a cumplir.

El injusto agravio comparativo con los ganaderos

El problema no es únicamente jurídico. La situación supone un agravio absoluto para el ganadero profesional, sometido a una de las legislaciones sanitarias más estrictas del mundo. Cualquier explotación ganadera, sea familiar o industrial, debe cumplir rigurosos protocolos de identificación, control veterinario, programas de saneamiento y sacrificio obligatorio en caso de detección de enfermedades.

En el caso concreto del ganado bovino, enfermedades como la tuberculosis bovina están sometidas a programas de erradicación. Basta un solo positivo en una vaca para que las autoridades ordenen el sacrificio preventivo de todo el rebaño, arruinando literalmente a familias enteras. Son normas durísimas pero necesarias para proteger la salud pública y la seguridad alimentaria de millones de personas.

Sin embargo, los santuarios animalistas pueden mantener animales con patologías sin ningún control veterinario oficial, escudándose en su inscripción como animales de compañía. Mientras tanto, utilizan a estos mismos animales como herramienta de marketing emocional para solicitar donativos.

Un riesgo sanitario evidente

La sinrazón legal que ampara a estos santuarios tiene además un grave componente sanitario que muchos expertos llevan años advirtiendo. El caso de la peste porcina africana (PPA) es especialmente ilustrativo. Si la enfermedad entrara en España, bastaría con que un santuario reconvirtiera legalmente a un cerdo en animal de compañía para que quedara automáticamente fuera del control obligatorio del programa de erradicación, favoreciendo la propagación del virus.

La propia ley permite estas situaciones, ya que, como establece el texto legal, cualquier animal de producción puede ser reetiquetado como animal de compañía simplemente eliminando su fin productivo e inscribiéndolo en el registro correspondiente. En el caso de los santuarios, la mayoría ni siquiera están obligados a realizar controles de bioseguridad o programas de saneamiento como los exigidos a las explotaciones ganaderas.

El riesgo de que estos animales actúen como reservorios silenciosos de enfermedades es real. Mientras el sector ganadero invierte millones de euros anuales en controles sanitarios y sacrificios obligatorios para garantizar la salud del conjunto de la cabaña nacional, los santuarios animalistas operan bajo un régimen legal privilegiado que les exime de esas obligaciones.

Vaca lechera.
Vaca lechera. © Shuttestock

Desde su redacción inicial, la ley de bienestar animal fue impulsada y negociada con el asesoramiento directo de organizaciones animalistas. El resultado ha sido una norma cargada de excepciones pensadas para proteger su modelo de negocio: los llamados santuarios de animales, que operan como ONGs, fundaciones o asociaciones sin ánimo de lucro, pero que generan importantes ingresos a través de campañas de recaudación, donativos y patrocinios emocionales.

En este contexto, la nueva categoría legal de «animal de compañía reetiquetado» les ha permitido blanquear jurídicamente animales de producción sin afrontar las exigencias administrativas, sanitarias y económicas que asfixian a los ganaderos.

La paradoja es evidente: mientras un ganadero se enfrenta a sanciones, cierres de explotación y sacrificios obligatorios por cualquier anomalía sanitaria en su cabaña, un santuario animalista puede mantener a los mismos animales sin vigilancia oficial, exhibirlos en redes sociales y recaudar fondos sin apenas regulación.

Una ley ideológicamente viciada

La ley de bienestar animal de fue planteada desde el principio como un proyecto ideológico, más centrado en atender las demandas de los grupos animalistas radicales que en proteger realmente el bienestar de los animales o garantizar la seguridad sanitaria del país.

Lo que estamos viendo ahora, como refleja el vídeo del santuario vegano, no es sino la consecuencia directa de un texto legal hecho a medida de quienes siempre buscaron imponer su modelo de negocio ideológico sobre la ganadería tradicional.

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