En la conciencia popular sobrevuela la creencia de que en la política caben las mentiras. Esa es una de las causas de la desafección de muchos ciudadanos hacía la clase política, que luego se traslada en abstenciones en las urnas o lo que es peor, en decepción y hastío.
Estos días vemos como la mentira se utiliza recurrentemente contra cientos de miles de personas por el mero hecho de ser cazadores. No importa la importancia social, económica, cultural y medioambiental de la actividad cinegética, ni que sea fijadora de población en el medio rural, que ayude al control poblacional, que colabore en la disminución de los accidentes de tráfico o en la prevención de los incendios; solo importa el ideal de dirigentes políticos tocados por la mano divina de alguna deidad de la naturaleza.
Asistimos estupefactos a afirmaciones tan peregrinas y mal intencionadas como que la Real Federación Española de Caza amenaza al director general de los derechos de los animales o a la aparición de sorpresivas encuestas, encargadas curiosamente por esa dirección general, en las que la población española clama por la protección animal y rechaza que los perros cacen, o que el susodicho afirme que en España hay 22 mil personas que cazan con perros o que hay 300 mil licencias de caza, todo un alarde de desconocimiento o de engaño.
Aunque no deja de ser curioso que si hay 22 mil personas que cazan con perros, ¿cómo es posible que se abandonen cientos de miles?
Se ha puesto en marcha, desgraciadamente con nuestros impuestos, el ventilador de la mentira y la presión mediática y va a lanzar al éter una bocanada putrefacta de infundios. Solo espero que se cumplan los compromisos adquiridos, que la verdad triunfe y que podamos continuar confiando en nuestros políticos.