israel hernandez

Sus bramidos te hablan en un dialecto antiguo, impreso en tus genes de cazador. Son los cantos de sirena de esos marineros de meseta que navegamos tierra adentro, entre terrones, encinas y polvo, y que cada mes de septiembre nos dejamos arrastrar al fondo del monte con la promesa de hacer realidad una aventura de caza onírica. Con el deseo de tener un escarceo con la diosa Diana que nos permita ponerle los cuernos a la rutina y a las paredes de nuestra memoria de predador.

Cada berrido que inunda el monte retumba en tu pecho como un tambor de guerra llamándote a la acción. Es tiempo de amor y duelo, de batallas entre los señores del monte. Un juego de tronos que para muchos es uno de los mayores espectáculos de nuestros montes, pero que para nosotros es siempre algo más. La pugna por la perpetuación de los genes propios empuja a los reyes del monte a desprenderse de la vergüenza y de la prudencia, y a batirse en duelo con todo tipo de rivales. Sus exhaustos cuerpos saben que el sentido de la vida es reproducirse, eternizar la sangre que corre por sus venas, y que no conseguirlo es morir del todo. Irremediablemente. Por eso se la juegan.

Es tiempo de hombres y lobos. Es tiempo de caza. La berrea es una banda sonora del monte que alegra nuestra memoria primigenia de predadores. Suena a comida caliente, abrigo y reservas para el invierno. Los ciervos saldrán de sus escondites empujados por su instinto y bramarán al cielo reclamando su lugar en esa tierra ingrata que pisan. Los menos preparados, o aquellos que simplemente ya no puedan más, sucumbirán ante los cazadores, que cumplirán su papel en el ecosistema, empujando esa infinita rueda de vida y muerte que hace que todo funcione.

Cazar ciervos es algo sacro, crucial para la historia humana. Nos lo cuentan las pinturas rupestres que nuestros antepasados plasmaron en las cuevas cuando hace miles de años escuchaban ese mismo bramido que hoy escuchamos nosotros. Cuando sentían ese sonido hipnótico que les empujaba a salir de sus cuevas, empuñar una lanza y seguir la llamada.