Paola Montes Delgado se hizo con este enorme jabalí el pasado miércoles 24 de julio en el coto social de la localidad de Torrecillas de la Tiesa, en Cáceres. Nos cuenta los emocionantes momentos vividos antes, durante y después de cazar a este gran navajero.

29/7/2019 | Redacción JyS

La joven Paola Montes, con el jabalí abatido. / P.M.

La joven cazadora cacereña Paola Montes Delgado, de 30 años de edad, abatió el pasado miércoles 24 de julio un enorme jabalí en una noche de espera con permiso por daños agrícolas en el coto social de la localidad de Torrecillas de la Tiesa.

Fue a principios del mes de junio cuando Montes comenzó con las esperas y, tras salir varios días a observar pasos y charcas, vio que una de las trochas estaba muy tomada. Decidió entonces ponerse a ver qué animales frecuentaban la zona ya que ese paso llevaba a una charca donde había una baña y había advertido que una de las encinas de la zona estaba embarrada y acuchillada por un gran jabalí.

Paola, junto a su padre, su hermano y el jabalí. / P.M.

«Después de tres noches fallidas sin ver nada, le comenté a mi padre y a mi hermano la opción de colocar una cámara de fototrampeo con su ayuda, ya que siempre me acompañan en mis hazañas nocturnas», explica la joven a Jara y Sedal. Tras instalar la cámara y dejarla durante 3 días, llegó la sorpresa: «Apareció un gran jabalí con su escudero», exclama la joven.

«Mis ganas eran máximas de salir esa misma noche, pero una tormenta y la experiencia de mi padre me dijeron que el mejor día para intentarlo era el siguiente», sigue relatando. A pesar del consejo, a la joven no le gustó fallar esa jornada: «Mi cabreo era de tal magnitud que al día siguiente no quería hacerle caso a mi padre y no quería ir», señala en tono jocoso, pero finalmente terminó acudiendo.

Paola preparó su rifle marca Remington en calibre .30-06 Springfield, las balas de la misma marca en 180 grains y su nueva gorra, ya que «intuía que me traería mucha suerte y esa misma noche la estrenaría», reseña. «Llegamos al monte y nos pusimos en la zona donde tendría un buen disparo, iba pasando el tiempo y mis nervios afloraban cada vez más…», analiza Montes sobre los momentos previos al lance.

Ya bien entrada la noche del martes al miércoles, sobre la 01:15 horas y en medio del silencio, se escuchó el crujir de unas ramas secas: «Mi hermano me susurró al oído que estuviese tranquila, que ya estaba aquí», dice la joven. «Los latidos del corazón los sentía por todo mi cuerpo y, apoyada en el trípode y como si de una estatua se tratase, permanecí inmóvil y lo dejé que se acercara hasta tener un tiro limpio», detalla Paola sobre el instante de tensión máxima.

Paola escuchó decir a su padre que encendiese la linterna, que era el suyo. Y efectivamente: el jabalí estaba a 30 metros, atravesado y con el escudero por delante. «El sudor me caía por la frente de tanta adrenalina», confiesa Paola. «Mi hermano me dijo que le tirase al de atrás y con el punto rojo en la cepa de la oreja apreté el gatillo sin miedo porque sabía que el tiro era perfecto», admite la cazadora sobre el preciso disparo que les permitiría aprovechar al máximo su carne.

Rápidamente su hermano le quitó el rifle y salió corriendo hacia el gran animal. «Al llegar no paraba de dar saltos y gritar sobre el pedazo jabalí que habíamos abatido», exclama emocionada Paola a Jara y Sedal sobre el momento en que esta familia cazadora se fundió en un abrazo tras ver las enormes navajas del suido.

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