En España los cazadores desempeñan un papel fundamental en la conservación y el conocimiento de la fauna silvestre. Más allá de la actividad cinegética, el registro de datos sobre capturas, poblaciones y hábitats de las especies cazadas se convierte en una herramienta tremendamente valiosa para la ciencia y la conservación de las especies y los hábitats. Proyectos como el Observatorio Cinegético impulsado por la Fundación Artemisan ejemplifican esta colaboración.
Este enfoque colaborativo tiene un gran potencial, como se ha demostrado en otros países europeos. En Dinamarca, un sistema de reporte obligatorio de capturas ha permitido recopilar datos continuos durante más de 80 años, convirtiendo a los cazadores en actores clave para la ciencia y la sostenibilidad de los recursos naturales.
Dinamarca: el valor real de los cazadores
Dinamarca se ha consolidado como un modelo único de colaboración entre cazadores y científicos, demostrando cómo el reporte meticuloso de capturas puede ser un recurso perfecto para la gestión de la fauna silvestre y la conservación de especies. Desde 1941, los cazadores daneses tienen la obligación de informar sobre el número de aves y mamíferos cazados anualmente. Esta recopilación sistemática de datos ha proporcionado a los biólogos daneses un archivo de más de 80 años sobre las tendencias de caza, siendo fundamental para asesorar a las autoridades sobre la gestión y conservación de la vida salvaje en el país escandinavo.
A finales del siglo XIX y principios del siglo XX, la caza excesiva y la persecución de ciertas especies llevaron a la extinción o a la reducción drástica de varias especies. Sin embargo, la introducción de regulaciones y una gestión más estricta permitieron la recuperación de muchas especies, y en 1970, los cazadores daneses reportaron casi 4.000.000 de animales cazados por año. No obstante, tras esa época, el número total de capturas comenzó a disminuir, aunque el peso promedio de las presas aumentó. Este cambio se debe en gran parte a la reducción de caza de especies pequeñas, gracias a las medidas de protección y la menor población de fauna silvestre en tierras de cultivo, mientras que la caza de especies más grandes, como ciervos en la caza mayor y gansos en la menor, ha aumentado considerablemente debido a la mejora en su gestión.
Con las aves acuáticas en el objetivo
Un aspecto que sigue en debate es hasta qué punto la caza afecta en la capacidad de carga de los hábitats naturales, especialmente en el caso de las poblaciones de aves acuáticas que migran a lo largo de la ruta paleártica occidental. La falta de estadísticas anuales fiables en muchos de los países de esta ruta dificulta la gestión efectiva de estas poblaciones. Muchos expertos del mundo de la ciencia apuntan la necesidad de establecer refugios libres de caza de tamaño adecuado para protegerlas.
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Fox y Madsen (1997) sugieren que los refugios sin caza deberían ser preferiblemente de forma regular y tener un tamaño suficiente como para permitir que las especies más tímidas puedan escapar sin dificultad. En Dinamarca, el área sin cazadores más grande se encuentra en el Mar de Wadden y abarca unas 124.000 hectáreas, mientras que otros 61 santuarios importantes para el descanso e invernada de aves acuáticas tienen un tamaño promedio de 1.345 hectáreas, abarcando tanto zonas terrestres como marinas.