Los Hermanos Cazadores practicamos, ante todo, el rececho con arco, en nuestra opinión, la forma de caza más pura. Es el arte de hacerse invisible para conseguir acercarse a un animal salvaje a una distancia impensable para cualquier mortal.

Un rival de categoría

Ganarle la partida a un jabalí en esta modalidad no resulta sencillo. Partimos de la base que es un animal nocturno, por lo que verlos campando a sus anchas con luz natural no es fácil. Hay que invertir muchas horas en el campo analizando, observando y contemplando la infinidad de variables que influyen en sus hábitos para obtener sus patrones de comportamiento. Además, se trata de un animal con un olfato excelente, en parte por la forma de su hocico y para compensar su déficit de visión, y un desarrollado oído favorecido por sus orejas grandes y puntiagudas.

Conocer sus encames, fundamental

Poder cazarlos en la provincia de Cuenca, en una zona de monte de encinas y robles combinada con grandes extensiones de terrenos de labor que provee de cobijo y alimento a una elevada población. Para interceptarlos a la luz del día hay dos opciones: por la mañana cortándoles el paso en su regreso a los encames o al salir de ellos ya por la tarde. En ambos casos, lógicamente, es esencial conocer dónde se encaman en las diferentes estaciones del año.

Nosotros solemos preferir la primera opción, y para ello uno de los mejores momentos es el invierno, especialmente los meses de diciembre y enero, entre los que transcurre su principal época de celo. En estos meses el campo está muy mojado y ya no queda bellota, por lo que se ven obligados a abandonar el espeso monte en busca de los brotes en las siembras y de otros manjares como las lombrices. Además, aunque en esta estación las noches son largas el celo nos permite tener oportunidades, al amanecer, de disputarles el último duelo antes de que se pierdan por las inmensidades de encinares y robledales.

Dibujando un perfil

En los recechos de amanecer la clave del éxito no es situarse cerca del alimento, ya que normalmente vuelven al trote cochinero sin detenerse prácticamente a comer. Como buen animal de costumbres, hemos podido observar cómo repiten los mismos patrones en sus rutinas.

En multitud de ocasiones hemos presenciado cómo la misma piara vuelve de su ajetreada noche, literalmente, por las mismas trochas, repitiendo un patrón prácticamente idéntico. Es cierto que todo este trabajo previo se facilita siendo cuatro hermanos. Solemos trabajar en equipo posicionándonos en aquellas sendas y valles más transitados, viéndonos entre nosotros cuando el terreno lo permite, pudiendo incluso, si todo se pone a nuestro favor, efectuar varios lances gracias al silencioso silbido del vuelo de una flecha. De esta forma, aunque no es matemático, la tasa de avistamiento es alta. Diferente es la tasa de abate… que con arco es siempre baja.

La recompensa final

Las imágenes de caza de este artículo corresponden a las mañanas en las que hemos salido victoriosos del último duelo y que hemos disputado en dos áreas de la provincia de Cuenca: la zona de serranía y la de La Mancha.

En nuestros recechos mañaneros solemos toparnos casi siempre con piaras entre las que, debido al celo, es posible que estén acompañadas por un gran macho. A pesar de los muchos ojos, hocicos y orejas sus integrantes suelen estar distraídos, y sus chillidos casi siempre descubren su posición, lo que nos permite actuar.

El último duelo

Solemos dividir los recechos en tres partes. La primera son las salidas para descubrir las querencias, utilizando nuestras cámaras que nos ayuden a obtener información relevante. La segunda parte es el último duelo: después de frenéticas batallas nocturnas de celo los jabalíes tienen que batirse el cobre con nuestros arcos antes de regresar a sus encames y ya a plena luz del día. Es la última oportunidad de abatirlos antes que desaparezcan en la espesura en un enfrentamiento de tú a tú. Un último duelo que es pura acción, casi cuerpo a cuerpo debido a la estrecha distancia a la que tenemos que colocarnos de ellos y donde nuestra destreza para recechar a este complicado animal se pone a prueba . Interceptarlos cuando vuelven al trote cochinero a sus encames no es tarea sencilla.

En ocasiones incluso te ves obligado a correr para seguir recortando distancia aprovechando el terreno húmedo y blando, el aire a favor y el ruido de las piaras. A todo ello se suma otra variable: las habilidades del arquero, su serenidad y concentración para efectuar un lance letal… pero como reza el dicho, lo fácil aburre, lo difícil atrae, lo complicado sucede y lo imposible enamora.

La tercera parte de nuestros recechos consiste en analizar las decisiones tomadas, la puesta en común y los aprendizajes extraídos de los éxitos, aunque más aún de los fracasos… siempre pensando en nuestra próxima aventura.