Las tormentas han irrumpido este miércoles en la Comunidad de Madrid con una virulencia que ha sorprendido a vecinos, conductores y servicios de emergencia. Lo que comenzó como una lluvia débil antes de las seis de la tarde derivó en una intensa granizada que dejó imágenes de calles cubiertas de blanco, ramas caídas y parabrisas destrozados. En algunas localidades, como Majadahonda o Pozuelo, las bolas de hielo alcanzaron el tamaño de pelotas de golf.
La Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) había activado la alerta naranja por tormentas y granizo en toda la región, y las predicciones no tardaron en cumplirse. Entre las 17:30 y las 19:43 horas, el 112 atendió al menos 48 incidencias, la mayoría por acumulaciones de agua, caída de árboles y daños en infraestructuras. En la M-30, por ejemplo, un árbol impactó contra un vehículo a la altura de la calle de Alcalá. Afortunadamente, la conductora solo sufrió una crisis de ansiedad.
La escena se repitió en distintos puntos del área metropolitana. En Cuatro Vientos, Alcorcón y Rivas, las piedras caídas del cielo obligaron a detener el tráfico, mientras los servicios de emergencia recomendaban no salir a la calle. Pronto las redes sociales comenzaron a dejar testimonio de lo que estaba aconteciendo.
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La fauna silvestre, la gran damnificada
Más allá de los destrozos urbanos, hay un escenario mucho más silencioso y devastador: el del campo madrileño. Y es que esta granizada ha llegado en el momento más delicado para muchas especies silvestres, en especial para aquellas ligadas al mundo cinegético, como la perdiz roja o la liebre ibérica, cuya reproducción se encuentra en pleno apogeo a comienzos de junio.
Las perdices, por ejemplo, están comenzando a sacar adelante a sus primeras polladas. Los pequeños perdigones, que apenas han roto el cascarón o están a punto de hacerlo, son especialmente vulnerables al impacto de estas piedras de hielo. Incapaces de refugiarse o soportar la violencia de una granizada como la vivida este miércoles, tienen muy pocas probabilidades de sobrevivir.
En el caso de la liebre, la situación no es menos preocupante. Estas suelen permanecer encamadas entre los cultivos o la vegetación baja, donde son casi invisibles para los depredadores, pero también totalmente indefensas ante fenómenos extremos. Ya en 2017, una granizada similar en Albacete provocó la muerte de un número indeterminado de ejemplares, tal y como informó en su día este medio.

Tormentas de junio: un patrón repetido y letal
Estas granizadas no son una rareza. Finales de mayo y comienzos de junio son fechas tradicionalmente asociadas a episodios de tormentas con pedrisco en el interior peninsular. Un fenómeno meteorológico que puede ser catastrófico tanto para el campo agrícola, por los daños en los cultivos, como para la fauna salvaje, que se enfrenta a su fase más vulnerable del año.
La cría, tanto en aves como en mamíferos, requiere estabilidad, alimento y temperaturas suaves. Pero cuando una tormenta de estas características irrumpe con fuerza, el equilibrio se rompe. Las nidadas quedan expuestas, los ejemplares jóvenes no resisten el golpe de las piedras de hielo y hasta los adultos pueden perecer.
Los efectos de esta granizada se dejarán notar en las próximas semanas, cuando se evalúe su impacto real en las poblaciones silvestres de la Comunidad de Madrid. Por ahora, el campo guarda silencio tras la tormenta, pero la incertidumbre pesa como el cielo antes del pedrisco.