La existencia de los lebreles es tan antigua como la propia humanidad, desde siempre el hombre se ha visto atraído por la velocidad de sus perros, no ya solo por la indiscutible belleza de la carrera sino además por su habilidad para cazar las presas más escurridizas. De entre todos los lebreles el galgo es el más rápido; quizá sea esta la razón de que existan tantas variedades a lo largo y ancho de todo el planeta tanto de pelo largo como de pelo corto.

Se cree que la raza originaria de todos los galgos procede de oriente, concretamente de Egipto y la antigua Persia, cuyas sangres caninas se mezclaron formando el Saluki o galgo persa. En la península ibérica, nuestro genuino galgo español estaba adaptado perfectamente a nuestro territorio, concretamente a las mesetas castellanas, cuyas enormes superficies llanas exigían a este perro una resistencia fuera de lo normal, para dar caza a las velocísimas liebres. Pero con el tiempo estas grandes extensiones se fueron reduciendo y fraccionando en terrenos de labranza, pastos, pueblos, etc. Ya no era tan importante la resistencia como la velocidad. Fue entonces cuando criadores y cazadores decidieron mezclar la sangre de nuestro galgo con la del Greyhound o Galgo inglés, cuya aceleración y velocidad punta eran superiores; de esta forma se consiguió el equilibrio perfecto entre resistencia y velocidad, principales virtudes del actual galgo español.

Estándar de la raza

Galgo español. © Melisa Vara

La altura a la cruz del galgo español oscila alrededor de los 60 y 70 centímetros; su peso suele ser de unos 30 kilos aproximadamente. Las hembras son algo mas pequeñas y ligeras. La cabeza, larga y muy delgada, debe estar proporcionada con el cuerpo. Su cráneo, de perfil subconvexo, presenta un surco central, bastante marcado, a lo largo de sus dos primeros tercios. El «Stop», o depresión fronto-nasal, aparece muy poco acentuada.

Los ojos, de expresión noble y elegante, son pequeños y achinados, siendo el negro o marrón oscuro los tonos más corrientes. Sus orejas cortas, de base ancha, triangulares y en su extremo blandas y plegadas hacia el cuello, que es largo, estrecho, musculado y flexible.

El tronco fuerte, esbelto, de pecho y costillar muy desarrollados y dorso largo, que en su parte trasera es ligeramente superior a la altura de la cruz. Vientre retraído.

Miembros anteriores muy potentes, musculosos y bien aplomados. Fémur perpendicular al suelo y pies de liebre. Miembros posteriores finos y rectos, muy bien aplomados, de hombros oblicuos y pies de liebre con dedos altos y fuertes, y planta perfectamente almohadillada.

La cola, larga y flexible, se esconde entre las piernas en estado de reposo.
Pelo fino, muy corto y repartido uniformemente por todo el cuerpo. Capa muy variada, son aceptados casi todos los colores, siendo los mas corrientes los barcinos, tonos oscuros atigrados, canelas, blancos y negros.

Una raza ligada a la caza y las liebres

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La vida del Galgo Español está indiscutiblemente ligada a la caza de la liebre. La velocidad es la especialidad natural de ambas especies y el hombre disfruta de ella asistiendo a las vertiginosas persecuciones, que por sí mismas ya son un espectáculo de gran belleza.

El galgo español solo necesita velocidad, resistencia y agilidad, estas tres virtudes le bastan para cumplir su cometido, dar caza a la liebre. Desde el primer momento en que la liebre es detectada por el galgo, este da rienda suelta a su instinto y se disparan todos sus músculos para iniciar una bellísima carrera: en cuanto sus extremidades delanteras abandonan el contacto con el suelo, las traseras las sobrepasan y le impulsan en una larguísima zancada en cuyo vuelo su atlético cuerpo alcanza la máxima extensión para volver a flexionarse en el impulso de una nueva zancada; la cola es utilizada como contrapeso para guardar el equilibrio el los cambios de dirección.

Este continuo movimiento de flexión-extensión es el mismo que emplea la liebre en su carrera. El galgo posee más velocidad punta, pero la liebre quiebra con más agilidad y tiene más aceleración por su menor peso y tamaño. La liebre siempre corre hacia las zonas de vegetación, llamadas perdederos, donde sabe que estará a salvo pues podrá esconderse del galgo, que únicamente caza con la vista.