Ahora que estamos a punto de iniciar la temporada corcera, no viene mal recordar los errores que solemos cometer en los recechos tras el más pequeño de los cérvidos que habita nuestros montes. Seguro que en alguna ocasión has cometido alguno de estos diez ‘pecados’.
26/3/2018 | Redacción JyS
No conocer el terreno
Este es el peor de los pecados que puede cometer un cazador. La caza no sólo consiste en aparecer en el coto en abril con la intención de encontrar además un buen macho. Debes conocer previamente y palmo a palmo tu finca. Cada planta, cada piedra o cada cultivo puede otorgar una información de incalculable valor. Patea cada rincón antes de tener los precintos y busca las querencias de los animales. Haz conteos para saber qué se esconde detrás de cada jara, y qué ejemplares vale la pena perseguir.
Mirar el Whatsapp
Deja el móvil en el bolsillo. No lo dejes en el coche por si ocurre cualquier incidente, pero olvídate de él. En cualquier momento puede aparecer esa ‘mancha blanca’ entre la vegetación que delata la presencia del duende. Si estás distraído puedes perderlo en cuestión de segundos, es un especialista en escabullirse entre la maleza.
No estar convenientemente preparado
Lo primero que debes hacer cuando te bajes del coche es estar prevenido y preparado. Carga el rifle. Prepara el morral de forma que los bártulos más necesarios tengan fácil acceso. Asegúrate de llevar las balas y los precintos. De lo contrario, podrías lamentarte en caso de tener delante el corzo de tus sueños.
Tener el seguro puesto cuando vayas a disparar
Cuando entres en una de las querencias de los buenos machos, lo localices y apuntes, quita el seguro. Más de uno de nosotros ha perdido la ocasión de disparar al macho que llevaba días esperando varios días por no acordarse de quitar el seguro previamente al disparo. Puede que en ocasiones, no vuelva a darte otra oportunidad y lo pierdas para siempre.
No tener en cuenta sus sentidos
Los corzos no tienen una gran vista, tan sólo te descubrirán por ella si tu silueta destaca demasiado del entorno. Sin embargo, sí que tienen un gran olfato -pueden olerte a cientos de metros si no tienes cuidado- y detectan rápidamente los movimientos bruscos a su alrededor gracias a su gran vista periférica. Emplea tiempo en conocerlos, en estudiarlos; no será tiempo perdido.
Llevar encima elementos ruidosos
El ruido también puede delatarte. Mucho cuidado con la ropa que lleves a los recechos. La mejor opción son las prendas elaboradas con tejidos naturales, siendo la lana la mejor aliada. Olvídate de llevar objetos metálicos en los bolsillos: ni llaves, ni balas, ni navaja; todo al morral.
No tener el arma bien puesta a tiro
No debes salir al campo sin haber revisado tu arma. Llévala a tu armero de confianza para que le haga un chequeo antes de empezar los recechos. Si eres hábil, tú mismo podrás emplear un poco de tiempo en ponerla a punto en el campo de tiro. En caso contrario deja que sea un experto quien lo haga, sólo así evitarás echarte las manos a la cabeza cuando se ponga delante el corzo que todos tus compañeros han visto y nadie ha podido abatir.
No estar en forma
Como cualquier modalidad en la que haya que andar, la forma física puede ser un hándicap. No descuides tu alimentación y realiza ejercicio físico las semanas previas a tus primeras salidas al campo. Puedes empezar por caminatas largas cargando con una mochila con un peso similar al que lleves en tu morral. Para hacer más amenos esos paseos deja que tu perro te acompañe, así él también estará preparado para cuando tenga que ayudarte a pistear.
Ser impaciente
“Los recechos de corzo se hacen con el trasero”, se suele decir. Ármate de paciencia y siéntate entre paseo y paseo a escudriñar con los prismáticos los rincones más alejados, en cualquiera de ellos se puede esconder el trofeo deseado.
Una vez tengas delante un corzo, párate y estúdialo bien, no te apresures a la hora de apretar el gatillo, muchas veces se gasta un precinto en un animal que no es el que andábamos buscando. Tranquilo, hay cuatro meses para andar detrás de los duendes.
No atender a las señales
Tan importante es mirar al frente como al suelo. Cualquier huella, excremento o escodadura puede ponerte en alerta sobre la cercana presencia del más pequeño de los cérvidos de la Península. Asegúrate de que las marcas que estás viendo son recientes, esto te indicará que el animal anda cerca. Además, te puede ayudar a saber que se trata del ejemplar que buscas, o al menos uno muy parecido.