La prohibición de la caza en los parques nacionales españoles fue un hito de la agenda ecologista anticaza. Una medida celebrada por SEO/BirdLife, Ecologistas en Acción, WWF y la mismísima ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera. Uno de los argumentos que utilizaron para defender esta medida prohibicionista es que beneficiaría la conservación de la vida silvestre, pero cada minuto que pasa esta afirmación queda vez más en evidencia.
Un ejemplo claro lo vemos en Doñana, donde las asociaciones ecologistas que jaleaban para acabar con la actividad cinegética en estos espacios protegidos, se quejan ahora de que los jabalíes –que se reproducen sin control– están acabando con miles de huevos de varias aves protegidas en el Parque Nacional de Doñana. Pero esto, es solo la punta del iceberg.
La Ley de Parques Nacionales 30/2014, que entró en vigor en España en 2014, estableció una moratoria de seis años para la caza en estas áreas protegidas. Con la expiración de este periodo en diciembre de 2020, la caza fue definitivamente prohibida, a pesar de que la Comisión Europea ya había aclarado en una carta a la Oficina Nacional de la Caza que la actividad cinegética era compatible con las directivas Hábitats y Aves y «puede ser una herramienta para ayudar a lograr los objetivos de conservación de la Red Natura 2000».
Sin embargo, la agenda política anticaza siguió adelante y, desde entonces, los jabalíes y otros ungulados han proliferado y causado estragos en las poblaciones de aves, devastando, en el caso de Doñana, aproximadamente 1.000 huevos y pollos de especies protegidas como el morito común y la garza imperial en solo una semana.
Doñana, como el resto de parques nacionales, necesita la caza
La situación en algunos parques nacionales como Cabañeros o Monfragüe es particularmente alarmante. La ausencia de gestión cinegética ha llevado a una superpoblación de jabalíes y ciervos que no solo afecta a la biodiversidad de los parques, sino que también aumenta el riesgo de transmisión de enfermedades y de incendios forestales debido a la acumulación de material vegetal inerte.
La asociación ‘Blood Origins’ destacó en un reciente documental cómo la prohibición de la caza ha paralizado la economía de los pueblos cercanos a parques nacionales como el de Cabañeros, evidenciando las consecuencias socioeconómicas de la medida.
Por su parte, organizaciones como Ecologistas en Acción y SEO/BirdLife han denunciado ahora el fracaso reproductivo de las aves en Doñana por la predación de los jabalíes. La ironía de la situación es palpable: los mismos que lucharon para conseguir la prohibición de la caza en los parques nacionales, ahora se quejan de sus consecuencias.
Concretamente los jabalíes de dicho entorno natural han accedido a los nidos de morito común y garza imperial, ubicados a menos de un metro del suelo, y han destruido la mayor parte de su colonia en solo unos días. Pero no han sido los únicos. Los suidos también han tenido un impacto negativo sobre otras especies protegidas acabando con casi la totalidad de los huevos y pollos de gaviota picofina, cigüeñuela, fumarel cariblanco y canastera.
La prohibición de cazar en Doñana puede incumplir la Directiva Aves
La Directiva Aves «tiene por finalidad la conservación a largo plazo de todas las especies de aves silvestres de la UE», según el MITECO, por lo que podría estar siendo infringida por España si tenemos en cuenta que los estados miembros están obligados a tomar «todas las medidas necesarias para mantener o adaptar las poblaciones de todas las especies de aves» que viven en estado salvaje.
La situación actual en Doñana sugiere por tanto que la prohibición de la actividad cinegética y por ende el control del jabalí podría estar contraviniendo esta normativa.
Consecuencias de no cazar: 8 de cada 10 jabalíes del Parque Nacional de Doñana tienen tuberculosis
La caza, lejos de ser una mera afición, representa un componente esencial en la conservación de la biodiversidad y la prevención de daños a especies protegidas o a los hábitats en los que viven.
Este caso resalta la importancia de las políticas de conservación que se llevan a la práctica en este tipo de espacios protegidos y la necesidad de aplicar un enfoque mucho más amplio que considere todas las variables ecológicas y socioeconómicas, incluida la caza.
El caso del parque holandés donde se decidió prohibir la caza
Los casos recientes vividos en los parque nacionales españoles nos recuerdan el de la reserva natural de Oostvaardersplassen en Flevoland, Países Bajos. Esta se convirtió en un experimento de conservación único en la década de 1980, aplicando una política de no intervención y prohibiendo la caza. Se introdujeron grandes herbívoros para mantener la vegetación y crear un ecosistema similar a las sabanas africanas o dehesas ibéricas.
Sin embargo, en 2017, la población de ungulados superó los 5.000 ejemplares y la combinación de inviernos severos y la falta de alimento llevó a una hambruna masiva, resultando en la muerte por inanición de la mitad de estos animales. La tragedia puso en duda la viabilidad de un ecosistema autorregulado sin intervención humana, incluida la caza.
La respuesta pública fue de total indignación, con ciudadanos alimentando a los animales a través de las vallas. En el invierno de 2018, para prevenir otra catástrofe, los guardabosques tuvieron que abatir a 7 de cada 10 ciervos, lo que generó aún más controversia. Todo ello demostró que, de no haber prohibido la actividad cinegética y haber sabido gestionar las poblaciones de especies silvestres, esa catástrofe, como la de Doñana, se podría haber evitado.