Para un cazador, un perro no es solo un miembro más de su familia, es su compañero de aventuras. Las experiencias que se viven en el monte junto a él dando rienda suelta a su naturaleza cazadora, forjan una relación especial muy difícil de experimentar por aquellos que no practican la actividad cinegética.
Quizá por eso el momento de su despedida se hace tan duro. Eso lo sabe bien Felipe Vegué, presidente de ARRECAL y de la Oficina Nacional de la Caza, el cual acaba de publicar un poema dedicado a Baco, su perro de caza. Baco era un teckel que le acompañó durante años en sus andanzas cinegéticas, y al que tuvo que tomar la dolorosa decisión de eutanasiar para poner fin a la agonía que le estaba provocando una enfermedad terminal.
Vegué, que ha escrito emotivos poemas como el de Lucero, o el Cuento de Navidad que recordábamos recientemente en Jara y Sedal, ha grabado un bonito vídeo que compartimos al final del artículo y en el que recuerda imágenes de su perro de caza junto a sus palabras de homenaje. Este es el texto de su poema:
Mi perro Baco.
Llego el otoño, preludio de días grises, embajador del frio invierno. Asomado a la ventana, observo cómo buscas ese rayo de sol que apenas calienta, y cómo las hojas secas, en remolinos ocres y amarillos parece que juegan a tapar tu cuerpo, arropándote del viento. Me preocupa tu inmovilidad de los últimos días. El sueño ocupa todo tu tiempo y, preocupado, acudo a tu lado. Tu pecho se mueve muy despacio, se te ve sin fuerzas y ya apenas levantas la cabeza.
Buenos días Baco, viejo amigo. Compañero, levanta tu nariz, como tantas veces, busca mi olor en el viento… no me reconoces. Sí te estoy acariciando donde te gusta, con calma, sí pequeño soy. Yo, y estoy a tu lado. ¿Por qué apenas abres los ojos? Te faltan las fuerzas. Ven, que te aparto las hojas. Vamos a tu cama que estarás caliente.
te recojo de la hierba, despacio con mimo, mi corazón se desboca, seguro que con mi contacto percibes mi angustia.
Y aunque ya no me veas, ni me oigas, en mis brazos te encuentras tranquilo, y nuestros pensamientos se cruzan y seguro que como yo recuerdas cuando elegí tu compañía. Y musito muy bajo viejo amigo Baco, Baco. Cuántas aventuras, cuántas jornadas persiguiendo sueños… Cuántos esfuerzos, lances y alegrías.
Y de pronto, todo se vuelve gris, tan gris. Nunca creí que esto llegaría. Y creo que entiendes la decisión que tengo que tomar. El miedo, la angustia me bloquea, me deja sin fuerzas, no puedo pensar, el corazón se desboca en mi pecho,y tú, tan calmado, sereno, seguro en mis brazos. Sin embargo, esta vez será diferente.
Unas manos, detrás de una nube blanca. Te auscultan con cariño y susurran: «está al límite». Llegó el momento y algo me explotó por dentro. Me vi intentando razonar y creyendo tener en cuenta el valor, los sentimientos, la angustia y el frío invierno. Me di cuenta que no hay decisión correcta, que ser humano es decidir y equivocarte. Y si en conciencia, elijo cuál es el camino correcto, una vez más, tendré la sensación de haberme equivocado.
Me buscaste solo para apoyar tu cabeza, y mis manos se deslizaron una vez más por los pliegues de tu cuello, por tus colgantes orejas… Y me derrumbé. No lo aguanté. Salí de allí, dejé pasar, solo el tiempo. Ahora en las madrugadas apenas cierro los ojos. Te siento, te veo como siempre, tan feliz, tan contento. No tienen nubes tus ojos, tus orejas atienden tensas las carreras de las reses, como tantas veces en el puesto.
Sé que me acompañaras por siempre amigo, por la tierra, por el cielo, aunque sea solo en sueños.