Hace unos meses, el cazador valenciano Javier Vidal conoció a una nueva chica: Raquel Soriano. La historia de amor, a priori, no tenía mucho futuro: ella era anticaza y Javier era un empedernido aficionado a la actividad cinegética. Pero entre ambos se interpusieron las flechas de cupido, y el amor surgió cuando menos se esperaba.

«Raquel veía la caza de forma muy negativa. Ella era una ‘anti’ total. No podíamos ni tocar ese tema durante las primeras semanas. Decía que le hablase de otra cosa, que no quería saber cómo eran mis jornadas de caza. Creía que los cazadores éramos unos sanguinarios y, tras explicarle que ayudamos a los agricultores a que los animales no destrocen sus cosechas y que evitamos accidentes de tráfico, fue entrando en razón poco a poco», relata Javier.

Una espera de un jabalí cambió su visión

El golpe definitivo tuvo lugar hace unas semanas, cuando Raquel por fin lo acompañó a su primera espera de jabalí en el coto social de la localidad de Bolbaite: «Estaba detrás de un enorme cochino de unos 100 kilos de peso que estaba destrozando una plantación de frutales, en concreto de caquis, y tuve la suerte de que esa noche di con él», explica el cazador.

Raquel, que empezó aquella noche aún como anticaza, vivió la espera de forma apasionante: «Me preguntaba por todo, se interesaba por cada detalle, vivía con mucha intensidad cada movimiento que realizaba. Ella pensaba que este mundo era cruel, hasta que me acompañó ese día. Vio que realmente nosotros aportamos comida a los animales y los abatimos por ayudar a la sociedad», relata Vidal. Desde entonces, Raquel lo ha acompañado ocho días más de esperas de jabalí.

Aquella primera noche la vivió con «una alegría tremenda. Me ayudó a pelar el animal, todo como si fuese un cazador normal. Ahora está deseando que llegue el fin de semana para poder ir de nuevo de espera», asegura.

Raquel ha acompañado a Javier a varios aguardos más y le ha convencido para 'camuflar' su rifle de rosa.
Raquel ha acompañado a Javier a varios aguardos más y le ha convencido para ‘camuflar’ su rifle de rosa.

El lance que enamoró a una anticaza del mundo cinegético

El lance de aquella noche llegó «a dos luces, cuando estaba anocheciendo», explica Javier. El jabalí «cayó de la forma más tonta posible. Lo vi casi de noche, disparé, el animal quiso levantarse y tuve que volver a disparar de nuevo para tumbarlo totalmente», y justo en ese momento Raquel se bajó del árbol para ir a por él, «pero yo la paré, porque ella desconocía que el animal podía levantarse y había que esperar un rato», relata. Sus navajas midieron 17 centímetros y pesó 100 kilos. «Posiblemente sea medalla de bronce», asegura Javier.

La conversión de Raquel ha sido absoluta. Tanto que ha convencido a Javier para que cubra de camo rosa su rifle. Su recién despertada afición cinegética es tal que ya está preparando el examen de cazadora y el de la licencia de caza, a los cuales espera presentarse en las próximas semanas. Además, tal es su pasión que ya se ha convertido en una forma de vida. Como muestra, sus uñas, las cuales pinta de camuflaje mientras aguarda a que llegue la próxima noche de espera.

Uñas de Raquel pintadas de camuflaje.

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