Los animales forman parte de complejos ecosistemas que condicionan su dinámica poblacional. La naturaleza es un enorme engranaje en el que participan numerosos factores que influyen de forma directa e indirecta en su funcionamiento. Existen cadenas tróficas en las que unos comen a otros que son comidos, donde participan vectores que transmiten virus y bacterias que causan enfermedades –otras veces los animales enfermos contagian a los sanos de forma directa, con la existencia de portadores asintomáticos, reservorios…–, en las que encontramos contaminantes ambientales, reacciones físico-químicas, efectos causados por el clima… y, por supuesto, que sufren impacto muy notable de la actividad humana.
La caza forma parte de esa dinámica desde hace miles de años. El hombre, como depredador situado en la cúspide de las cadenas tróficas en las que participa, influye de forma evidente en su equilibrio. De ahí que la responsabilidad de los cazadores como garantes de un aprovechamiento sostenible de los recursos naturales sea una máxima que debe ser asumida como prioritaria por todos nosotros.
Estrategas de la R
Por otra parte, las especies, en función, por ejemplo, de la posición que ocupan en esas cadenas tróficas, que a la postre condiciona su dinámica poblacional, pueden ser clasificadas, en términos biológicos, en dos grupos diferentes. Por un lado nos encontramos con los estrategas de la R, aquellos que cuentan con una agitada dinámica poblacional, marcada por numerosas amenazas fundamentalmente derivadas de su número potencial de depredadores, responsables de altas tasas de mortalidad, y que por tanto necesitan reproducirse de forma muy intensa y eficaz para asegurar su conservación.
En el ámbito cinegético muchas especies pertenecen a este grupo, pero podríamos poner como ejemplo más evidente al conejo de monte, que puede ser depredado por más de 30 especies de vertebrados en la Península Ibérica, por lo que dispone de una alta tasa de reproducción basando su supervivencia en camadas múltiples cada año con varios descendientes por cada una de ellas. En cambio, cuando los riesgos se reducen, estos estrategas de la R pueden provocar plagas y daños importantes a cultivos, infraestructuras…
Estrategas de la K
El otro grupo lo componen aquellas especies que presentan una dinámica poblacional menos agitada, definida por un número relativamente menor de amenazas, entre ellas la de la predación. Con un único ciclo reproductivo anual y un número reducido de crías por hembra y año, entre los estrategas de la K podríamos incluir a algunos ungulados como el corzo o el ciervo. En este caso, la presencia de una amenaza puntual grave puede implicar una extinción local o una merma muy notable en las poblaciones que resultará difícil de recuperar a corto plazo.
La pertenencia de nuestras especies de caza a uno u otro grupo nos va a dar una idea de cuánto podría vivir cada una de ellas. Hemos analizado algunas de ellas, teniendo en cuenta lo que dicen algunos estudios científicos al respecto, y podemos concluir que la vida en la naturaleza resulta compleja. La interacción de las diferentes especies que forman parte de los ecosistemas, en los que la actividad humana participa desde hace miles de años a través de la caza, ocupando, junto con otros animales como el lobo, el lince o el oso la cúspide de la cadena trófica, determinan agitadas dinámicas poblacionales.
Todo ello da lugar, en general, a un intenso relevo generacional y a una notable reducción de la esperanza de vida de perdices, conejos, ciervos o jabalíes, por ser especies presa en nuestro medio natural. Sin embargo, no sólo la depredación o la propia caza modulan estas dinámicas, sino que también existen otros factores, en ocasiones muy relevantes, como las enfermedades o la destrucción del hábitat.
En todo caso, los cazadores debemos ser garantes del equilibrio en los ecosistemas donde ejercemos la actividad cinegética a través de aprovechamientos sostenibles que aseguren la conservación de las especies.
¿Cuántos años puede vivir un conejo?
Con un elevado número de amenazas, su esperanza de vida se establece en máximo dos o tres años. Las más determinantes son la depredación, las enfermedades, fundamentalmente víricas como la mixomatosis y la hemorrágico vírica y, por supuesto, la actividad cinegética. Eso sí, animales en cautividad, en buenas condiciones, pueden llegar a vivir hasta diez años… o más.
¿Cuántos años puede vivir una perdiz?
También cuentan con mil y una amenazas: caza, pérdida de hábitat, el empleo de fitosanitarios y, nuevamente, la depredación. Un estudio de Fundación Artemisan financiado por la Federación Extremeña de Caza encuentra diferencias en cuanto a números de perdices superiores al 50% en cotos donde se realiza un control sostenible y legal de depredadores con relación a otros donde no.
Según varios estudios, perdices en cautividad pueden superar los diez años cuando son mantenidas en buenas condiciones, pero en la naturaleza, como bien es sabido por nosotros, es muy difícil encontrar ejemplares que superen las tres o cuatro primaveras.
¿Cuántos años puede vivir un jabalí?
Debido a la ausencia, por el momento, de grandes amenazas sanitarias y los pocos depredadores con los que cuenta –excepto la limitada presión ejercida por el lobo allí donde está presente– la caza es la única actividad capaz de modular, de forma limitada, sus poblaciones. Diversos estudios cifran la esperanza máxima de vida de los jabalíes en hasta 12-15 años en condiciones de cautividad, mientras que en la naturaleza se establece en cuatro o cinco… o incluso menos. Cabe preguntarse entonces por qué, pese a sus aparentemente escasas amenazas, la esperanza de vida es más baja de lo que podríamos esperar.
Para esta especie la actividad cinegética sí genera un efecto de control directo sobre las poblaciones que, en su ausencia, provocaría verdaderos problemas por su crecimiento potencial. Además, también sería conveniente profundizar en estudios dirigidos a valorar otras causas de mortalidad, probablemente sanitarias.
Así, por ejemplo, en el caso de la tuberculosis existen estudios que cifran la mortalidad por esta enfermedad hasta en tasas del 50% de las poblaciones afectadas, pero no hay suficiente información respecto a otras presentes en la Península Ibérica como el mal rojo o la enfermedad de Aujezsky, aunque probablemente también generen impactos relevantes.
¿Cuántos años puede vivir un corzo?
Cuenta con numerosos depredadores, sobre todo los más jóvenes. Además, desde hace algo más de una década la aparición de la denominada mosca de la nariz del corzo, la Cephenemya stimulator, ha diezmado sus poblaciones sobre todo en territorios tradicionalmente corceros, afectando principalmente a adultos.
Así, existen citas de ejemplares en cautividad con edades que pueden alcanzar los 14 años o más, si bien en la naturaleza las cifras de esperanza media de vida no superan los seis o siete años, ligeramente superior en las hembras que en los machos quizá por una mayor presión cinegética hacia estos últimos pero también por su propio comportamiento natural.
¿Cuántos años puede vivir un ciervo?
Como el corzo, el ciervo es un ungulado herbívoro que cuenta con amenazas similares a las de éste, si bien, desde un punto de vista sanitario, a diferencia del primero, preocupan otras patologías como la propia tuberculosis y, desde el año pasado, la enfermedad hemorrágica epizoótica (EHE), que ha provocado importantes mortalidades en ejemplares adultos, principalmente en el centro y sur de España.
En buenas condiciones un ciervo podría alcanzar hasta los 14 años de edad, e incluso existen citas de hembras que han llegado a los 20. Sin embargo, en la naturaleza, su esperanza media de vida se encuentra entre los seis y siete años.