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Juan Antonio Sarasketa – 4/7/2016 –
El pasado día 19, Día del Cazador y Pescador, el campo de aviación de Dima (Bizkaia) acogió una multitud incalculable de gente pese a que hasta primeras horas el agua no paró de caer. Eso en el mundo cinegético tiene un nombre, fidelidad. Solo desde la fidelidad, solo desde el compañerismo, solo desde la lealtad a un sentimiento puede desvelarse el secreto de esos 24 años de convocatoria exitosa. Pero cambiemos de tercio para abordar un problema que preocupa y mucho a la compañía Mutuasport aseguradora de los cazadores que cubre perfectamente su responsabilidad ante los accidentes derivados de la práctica de la caza. Posiblemente a más de una persona ajena al mundo de la caza le pueda parecer extraño este tópico tan común entre cazadores de “que a cazar se aprende cazando”. Aunque no quiere decir esto que los cazadores no deban estar en posesión de unos conocimientos al inicio de su periplo cinegético en temas tan específicos como son el manejo de las armas, legislación, ética, normas de seguridad, biológica de las especies,… sino que hay momentos muy concretos en los que la reacción o medidas a adoptar por el cazador no se aprenden en los libros. Me estoy refiriendo a los accidentes de caza, normalmente por imprudencias y eso lamentablemente es difícil de examinar, aunque debemos ser reiterativos en las medidas de seguridad. La mayoría de los casos suelen estar relacionados por una falta de control del cazador al disparar sobre blancos sin identificar totalmente o por moverse del puesto cuando se practica en ambos casos la caza mayor. Más que de una falta de control o de nervios motivados por las circunstancias que acontecen en la caza mayor, excitación por el levante de los perros, inseguridad ante la presencia del animal o sencillamente una mal entendida responsabilidad cubriendo un puesto, la causa más importante hay que buscarla en un adagio muy sencillo que se da tanto en el comportamiento social como cinegético: “saber estar”. Lamentablemente existen personas, cultas, prudentes y correctas, que sufren un cambio radical desde el instante en que cogen una escopeta, observando un exagerado egoísmo de tirar al mayor número de piezas, aun privando de oportunidad a los compañeros. Estos mal llamados cazadores no dudan en disparar sobre una mata que se mueve o sobre una pieza que entra a otro puesto, en su afán de hacerse con el máximo número de capturas, aún a riesgo de producir algún percance. Estos actos no deben tolerarse en modo alguno, expulsando incluso de la batida a estos sujetos. Existe una regla de oro en la caza mayor que dice que hay que cumplir con la caza, es decir, dejarla entrar y, una vez de haberlo hecho totalmente consciente de la situación disparar con la máxima tranquilidad posible. Es la forma de vivir el lance con la máxima intensidad y sin peligro alguno para los compañeros.

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