Según diferentes fuentes, en el momento actual existen en nuestro país más de 200.000 ejemplares distribuidos prácticamente en todas las comunidades –lejos de las preocupantes cifras de mediados del siglo pasado cercanas a un 10% de las actuales–.
Cabe destacar por otro lado que, como ocurre en otras muchas especies salvajes, existen diferencias muy notables. De este modo, mientras que en la Cornisa Cantábrica se han llegado a establecer densidades máximas de más de 30 ejemplares por cada 100 hectáreas en hábitats óptimos de bosques caducifolios con áreas abiertas intercaladas y sotobosque, otros autores estiman medias de cerca de cinco individuos en áreas de bosque mediterráneo hasta llegar a un ejemplar en zonas de pinar de diferentes regiones ibéricas.
El corzo alcanzó sus mínimos poblacionales en los años 60 del siglo pasado, momento en el que sus poblaciones quedaron reducidas a núcleos aislados de la Cornisa Cantábrica, donde se mantuvieron las densidades más elevadas, sur y este de Castilla y León y algunas pequeñas poblaciones del centro y sur peninsular. En los años 80 comienza a recuperar sus áreas históricas de distribución hasta llegar a la situación actual.
¿Por qué cada vez se cazan corzos más grandes en España?
La práctica totalidad de los trofeos de corzo que han superado los 200 puntos CIC en el ranking de la Junta Nacional de Homologación de Trofeos de Caza se han abatido en el actual siglo XXI. Todos, salvo dos, que se abatieron en 1999. ¿Se trata de una casualidad? ¿O existe una explicación científica para esto? Quizá, dentro de unos cuantos años, abatir uno de estos ejemplares monstruosos no sea una hazaña tan extraordinaria.
No existe un estudio científico que ofrezca respuestas a esta cuestión. Sin embargo, sí podemos arriesgarnos a presentar algunas con un fundamento más lógico que científico. Podemos hablar, por un lado, de la propia evolución histórica de las poblaciones corceras ibéricas, probablemente muy ligadas a la actividad cinegética como se refleja en numerosos documentos y publicaciones cinegéticas del siglo XIX.
Por entonces, el corzo contaba con una amplia distribución por casi toda la Península y, sin embargo, su caza era practicada principalmente entre aquellos más preocupados por su captura para consumir su carne que para homologar sus trofeos. En esos tiempos no se realizaban aprovechamientos selectivos y la gestión era nula. Los animales eran abatidos mediante modalidades de caza colectivas en las que, muchas veces, no le tenían como objetivo.
Por otro lado, su homologación no era tan accesible como lo es hoy en día, y el interés recaía en otros trofeos de especies como el venado, el jabalí o incluso el lobo. Si quieres saber más sobre la causa de los cada vez mejores trofeos de corzo de nuestro país pincha en este enlace.