«Se los traga la tierra». Es la recurrente frase que la gente arraigada a los montes más salvajes emplean para explicar cómo los ciervos ‘desaparecen’ en invierno. En cambio, llegados los días de berrea emergen de lo más profundo de los bosques. Un venado entrado en edad suele tener una querencia fijada de años atrás donde cada otoño sabe que podrá reunir su harén y cubrir así el máximo número de hembras posible. Es ahí cuando debemos tener claro cómo cazar un gran ciervo de montaña.
Incluso en numerosas ocasiones ese macho que viste el año pasado vuelve a estar 12 meses después, con puntualidad inglesa, en el mismo cerro. Es más, es frecuente verlos utilizar el mismo escodadero en el que marcaron años anteriores así como usar las mismas bañas y regatos donde calmaron su sed y calor.
Busca las zonas querenciosas
Las zonas querenciosas suelen ser calientes año tras año. No obstante, sin encontrar explicación, y aunque son casos infrecuentes, he conocido lugares con berreas muy buenas que han ido desapareciendo hasta el punto que hoy en día es complicado ver un venado.
También he podido observar cómo grandes ciervos durante la berrea han hecho movimientos de kilómetros de un día para otro cambiando por completo su territorio inicial y apareciendo en lugares completamente distintos en busca de nuevas ubicaciones. Esto con frecuencia desemboca en peleas, pues irrumpir en el territorio de otro gran macho conlleva un riesgo nada despreciable que algunos llegan a pagar con su vida.
La verdadera cuestión, que hay que tener en cuenta por encima del resto de factores, es que en la berrea mandan las hembras y allá donde vayan, bien sea por comida, agua o tranquilidad, los machos irán detrás. Uno lleno de testosterona no se quedará en un lugar que las ciervas no frecuentan sino que las buscará siguiendo su olor para tratar de llevar a cabo su cometido: perpetuar su genética.
También es cierto que la querencia en los días de berrea hace que los animales se fijen bien a zonas concretas. En algunos recechos he fallado grandes venados de montaña, con el escándalo que ello supone, haciéndoles huir a la carrera del lugar, tratando de pistearlos a las pocas horas moviendo toda la zona con los perros de rastro para corroborar el fallo y encontrarlos exactamente en el mismo sitio berreando la mañana siguiente.
La pasada berrea me enfrasqué en un duelo con un gran macho que me la jugó varias veces. El animal se tapaba mucho y a veces lo identificaba por el tono de sus berridos sin verlo en absoluto, aunque siempre se movía por la misma zona. En una ocasión me vio, en otra lo fallé, en otras tantas no salió de un espeso robledal… hasta que pude darle caza un día de septiembre a última hora de la tarde.
Me costó muchos madrugones y kilómetros y tuve que ser muy perseverante. Cuando consigues dar caza a un animal así, que te lo pone tan difícil, independientemente del trofeo, no existe cosa en el mundo que te produzca una sensación parecida.
¿Son los primeros en reproducirse?
Esta es una premisa que yo no puedo corroborar según mi experiencia tratando de saber cómo cazar un gran ciervo de montaña. Hay muchos factores que pueden influir en que un venado cubra antes que otro. En ocasiones he visto a animales jóvenes ‘robar’ ciervas de un harén de otro mucho más grande y fuerte aprovechando sus horas bajas.
Los machos grandes gastan mucha energía defendiendo sus hembras ante sus rivales y berreando para marcar su posición numerosas veces. También dejan marcas por numerosos rincones de su territorio y llegan a tal punto de estrés que algunos dejan incluso de comer. Debido a este cansancio frecuentemente necesitan pegarse siestas a la sombra de algún árbol para recuperar fuerzas o irse a buscar una baña para refrescarse. Esta es otra de las cosas que debes tener en cuenta cuando quieres saber cómo cazar un gran ciervo de montaña.
Es en esos momentos de debilidad y guardia baja en los que he visto llegar a venados jóvenes sin delatar su posición y hostigar a una cierva hasta apartarla del grupo para llevársela y perseguirla hasta cubrirla sin que el grande se diera cuenta de lo sucedido. Aquí cada uno utiliza sus armas y aprovecha la oportunidad del momento como buenamente puede.
Cabe añadir que una densidad adecuada de ciervos, que es lo que tenemos en gran parte del territorio del norte español, hace que no lleguen a formarse grandes grupos de hembras como sucede en el centro y sur de la Península donde no es frecuente ver machos con grupos mayores de cuatro o cinco hembras.
Este hecho dificulta que los más jóvenes y los menos fuertes y aptos tengan la opción de cubrir alguna hembra, lo que repercute en la calidad genética de las poblaciones. Una densidad de población óptima favorece la selección natural y que los individuos más fuertes y mejor adaptados al medio puedan perpetuarse.
Nuestro objetivo: mejorar la genética
Pero no todo es saber cómo cazar un gran ciervo de montaña. Como cazadores tenemos una responsabilidad con las especies a las que damos caza. Creo que cumplimos un importante papel como predadores y debemos de aprender, desde nuestras primeras andanzas por el monte, a saber elegir cual debería ser el animal correcto a extraer del medio… y no siempre es el de mayor trofeo.
Debemos aprender a valorar en el campo a individuos de genética pobre con poco futuro y su edad aproximada. Animales viejos, entre ocho y nueve años –con buen o mal trofeo–, o de genética pobre –falta de puntas y fuerza–, independientemente de su edad, deberían ser nuestros objetivos para beneficiar las poblaciones de cérvidos y asegurar su sostenibilidad. Este debe ser el principal propósito de un cazador.
Los machos viejos dejan menos rastro
Como ya sabemos los venados grandes descorrean antes que los jóvenes y, por lo tanto, empiezan a marcar su territorio algunos días antes. No obstante, hay que distinguir entre un animal en su plenitud, de entre cinco y seis años de edad, y otro en la etapa de la vejez, de entre ocho y nueve.
Los primeros suelen ser mucho más enérgicos y desinhibidos al dejar sus marcas y señales –los he visto ‘pelearse’ con pequeños pinos hasta dejarlos literalmente destrozados–. Los segundos –bajo mi criterio, a los que hay que dar caza– son bastante más discretos y precavidos.
Con menos energía y más experiencia, se mueven menos y no se dejan ver tanto, algo adquirido con los años de monte conscientes de lo que se juegan. He tenido la suerte de poder dar caza a algunos de estos grandes venados. A algunos de ellos los encontré en lo más profundo de una arboleda de la que apenas se dejan ver unos pocos minutos al día en los que debes estar preparado para aprovechar y por los que merecen la pena todos los madrugones del mundo.
Durante estos días tienen la testosterona por las nubes, pero tratan siempre de evitar conflictos, razón por la que marcan los límites de su territorio con señales que son interpretadas por sus iguales.
Algunas de las que podemos encontrar desde finales de agosto y cada vez más frecuentes durante la época de berrea son los escodaderos: marcas en las cortezas de pequeños árboles o ramas que realizan al frotar las cuernas contra ellos en su intento de marcar la zona con las glándulas odoríferas que poseen en la parte delantera de los ojos.
Por otro lado encontramos los rascaderos, arañazos en el suelo que los venados hacen con sus patas a la par que están escodando, dejando visibles marcas de tierra removida –algo que también hacen los corzos–. Todas estas señales no pueden utilizarse para identificar la calidad del animal que los ha realizado.
Según mi experiencia no son los machos viejos los que dejan más evidencias de su presencia a través de estas marcas, sino los animales que están en su plenitud, más jóvenes, vigorosos e impetuosos. Algo que debes tener en cuenta cuando te planteas cómo cazar un gran ciervo de montaña.
Los viejos ciervos de montaña son más precavidos
Es frecuente que los venados más escandalosos sean animales adultos de cinco o seis años que están en su plenitud y cargados de testosterona. Los grandes machos suelen ser más discretos, se ocultan mucho más, se callan antes por las mañanas y son los últimos en berrear por las tardes… aunque siempre hay excepciones.
Se suelen ocultar en regatas profundas repletas de escobas o arboledas espesas evitando ser vistos, conscientes de que dejarse ver es un error, aunque los días de berrea son los ideales para sorprenderlos con el interés puesto en las hembras y con la guardia baja y tener así una pequeña oportunidad de darles caza.
No obstante, que permanezcan gran parte del día ocultos y con un perfil más discreto que los machos más jóvenes no quiere decir que no vayan a confrontar una provocación de cualquier otro que trate de invadir su territorio para hacerse con sus hembras. En algunos recechos he visto carreras impresionantes, venados de gran porte rompiendo monte como locomotoras para echar a rivales que se pasaron de la raya o para cortar la trayectoria a su grupo de hembras y evitar así que se marchen de su zona.
En esta modalidad de caza es muy importante fijarse siempre en las hembras, en su actitud y su comportamiento, pues son las que más alerta van a estar durante estos días. Además están concentradas en pequeños grupos, por lo que tendrán más facilidad para detectar posibles peligros y arrastrarán al venado tras ellas si se espantan o cambian de zona.
Ellas mandan siempre y de su tranquilidad dependerá la del macho que las sigue.
Desaparecen por arte de magia
Muchos de estos grandes machos ofrecen alguna oportunidad durante los días de celo y desaparecerán tan pronto como acabe para agruparse siempre en rangos de edad y desvanecerse en lo más profundo de nuestros montes para no dejarse ver hasta el año que viene. De ahí que sea tan difícil saber cómo cazar un gran ciervo de montaña.
Por ello son días que merecen todo nuestro esfuerzo y dedicación si pretendemos dar caza a uno de estos imponentes reyes del monte. Hay muchos lugares que durante la berrea están repletos de venados y después pasan a ser montes sin vida cervuna, sobre todo carente de machos.
No se sabe cómo pero desaparecen por completo y cambian de lugar hasta el punto que se convierte en una tarea verdaderamente difícil dar vista uno fuera de la época de celo.