Cuando el frío lo invade todo y el hielo congela hasta el rincón más oculto del monte, algunos, unos pocos chiflados, sienten la llamada de la oscuridad y deciden desafiarla en una batalla que empieza perdida. Después de la época de celo los grandes jabalíes han regresado a sus guaridas, sabedores de que han cumplido con sus obligaciones anuales: la sierra contiene sus poderosos genes y el futuro de su linaje está consolidado. Es el momento de recuperar el sosiego, bajar pulsaciones y volver a dominar la noche como sólo ellos saben hacerlo. 

Ahora la sierra es territorio hostil. No sólo porque durante el día las últimas rehalas de febrero siguen perturbando sus encames. Además, cuando la luz se apaga todo queda envuelto en una atmósfera de hielo y escarcha. La grasa que aportaron las bellotas de los meses pasados sirve ahora como traje antihielo y permite a los cochinos más grandes campar a sus anchas sin miedo a morir petrificados. El resto de animales se limitan a esperar el tibio sol del amanecer protegiéndose del frío, mientras ellos le plantan cara, desafiantes.

Sólo hay un rival que pueda quebrantar su dictadura: el cazador. Pero no cualquier cazador. Para poner en jaque al rey cuando su autoridad está por encima de todo hay que reunir una serie de cualidades que no están al alcance del común de los mortales: paciencia, bravura e inteligencia son los tres rasgos fundamentales para aprovechar alguno de los pocos errores que cometerá tu rival.

Analiza sus movimientos

Como hemos dicho antes, el celo ya quedó atrás y es momento de buscar el abrigo de lo recóndito. Tu obligación es recorrer el coto y visitar las viejas bañas más ocultas. Fíjate en los árboles que les gusta marcar año tras año y busca las colmilladas más altas: si son recientes será prueba de que un veterano las frecuenta de nuevo. No dejes de lado las huellas. Las solitarias, grandes y redondeadas en su parte anterior suelen pertenecer a viejos machos que ya van desgastando su ‘calzado’. De igual modo recorre alambradas, portillos, trochas, prados… Cualquiera de estos lugares son ideales para obtener la mayor información posible que te permita adivinar por dónde se mueven los más grandes. 

huellas jabali
Pisada de jabalí.

La escolta real

Todos hemos crecido escuchando historias sobre macarenos y escuderos y de cómo estos segundos son capaces de dar su vida para proteger a la de su líder. ¿Existe realmente o es un mito? Debates aparte, definiremos como escudero a aquel machete joven de unos 40 kilos que acompaña en sus correrías nocturnas al viejo macho, ese que se las sabe todas y del que intentará aprender lecciones de su dilatada experiencia. A cambio, para beneficio de su jefe y por ir siempre delante de él, le serviría de aviso en caso de detectar algún peligro. ¿Moraleja? Si tiras al primer machete que te entre en el puesto puede que estés perdiendo la oportunidad de cazar al grande, que espera tu error desde la espesura.

Pasión por la soledad

Cuando las canas comienzan a blanquear su jeta tanto como el frío el jabalí es poco amigo de las ruidosas compañías. Piaras y demás grupos alevines recorren el monte a gruñido pelado y eso no es de su agrado. Por eso, no desesperes si te encuentras esperando al gran mariscal y uno de estos grupos de soldados rasos entran en escena.

Cuando la piara rompe el monte y se detiene frente a esa querenciosa baña natural que has localizado o bajo esa encina donde aún queda algo de bellota pasada puede que, a simple vista, no distingas un ejemplar a tener en cuenta. No te confíes. El viejo macho suele entrar más tarde, cuando el resto lleva ya unos minutos en la plaza o incluso, horas después de que se hayan ido. En diciembre y enero puede que pierdan el juicio persiguiendo a alguna jabalina de su agrado pero ahora aguantarán hasta el final para no ser molestados.

Adivina sus rutinas

Dicen que si un jabalí ve cubiertas sus necesidades básicas en su trayecto habitual no se preocupará de variarlo a lo largo de toda su vida. Difiero bastante de esta teoría, ya que los grandes machos son bastante impredecibles y pueden cambiar de mancha de un día a otro sin motivo aparente. Sin embargo, el empleo de cámaras de fototrampeo en lugares querenciosos y el estudio de sus instantáneas a lo largo de los últimos 15 años me han enseñado a ser paciente.

Si un viejo macareno visita un lugar donde encuentra alimento, hembras en celo y refugio volverá a él, sin lugar a dudas. Es la baza que debes explotar para esperarle. ¿Dónde? Si te ha sacado esperándole en el propio comedero ¡córtale el paso! Toma nota de las sendas que utiliza para entrar o salir y colócate donde menos lo espere. Eso sí, ¡no olvides tener en cuenta el aire!

De vuelta al castillo

Otra opción que suele dar buen resultado con los viejos machos es invertir la costumbre y, en lugar de esperarle al anochecer, buscarle las vueltas llegando de madrugada al coto para colocarnos en las trochas que frecuente de regreso a su encame. Es una estrategia que suele dar buenos resultados, sobre todo con los machos que sabemos que rondan tarde por nuestra postura. Para localizarlos de nuevo entran en juego las cámaras de fototrampeo. En este tipo de estrategias cuentas con el factor sorpresa. Después de una noche de correrías rompiendo escarcha no suele sospechar que le espera un lunático cuando el día comienza a clarear.

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© Fototrampeo.es

Una nevera a tu servicio

En los aguardos estivales es nuestro deber aviar al jabalí lo antes posible para salvaguardar su carne. En invierno es distinto. Con el mercurio muchas veces en valores negativos puedes permitirte el lujo de encontrar al animal pasadas unas horas, por lo que los pisteos nocturnos –siempre desaconsejables– son perfectamente realizables a la mañana siguiente. Con luz natural y algo más de calor será más fácil seguir el posible rastro de sangre. El frío mantendrá en perfecto estado jamones, lomos y solomillos, esperando a ser recuperados.

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