Tim Spector se sometió durante tres días a la misma dieta que una tribu africana que vive como en el Paleolítico y demostró que su salud gastrointestinal mejoró notablemente. La dieta consistía en carne de caza y frutos salvajes.
30/8/2017 | Redacción JyS
Las evidencias demuestran que cuanto más rica y diversa sea la comunidad de microbios que alberga el intestino menor será la posibilidad de enfermar. La dieta es la clave para mantener esa diversidad como así lo demuestran diversos estudios.
La microbiota intestinal es una comunidad de trillones de bacterias que tiene una gran influencia en el metabolismo, el sistema inmunológico y el estado de ánimo. Estas bacterias y hongos habitan en cada rincón del tracto gastrointestinal, con la mayor parte -de 1 a 2 kilos- repartidas en el colon.
Tim Spector, profesor de Epidemiología Genética en Londres, participó junto a Jeff Leach en el programa MapMyGut, desarrollado en Tanzania, en el que estudiaron distintas microbiotas de diversos sujetos. Allí pudieron estudiar a la tribu Hadza, que posee una de las microbiotas más ricas del mundo, y todo gracias a su dieta.
El plan era alimentarse como un cazador-recolector Hadza durante tres días, y medir las diferencias de los microbios de sus intestinos antes, durante y después del experimento. Tampoco se les permitiría lavarse o utilizar gasas con alcohol y tendrían que cazar y recolectar con los Hadza todo lo que fuera posible.
Para grabar el viaje, les acompañó Dan Saladino, presentador y productor de ‘The Food Programme’ de Radio 4 de la BBC.
Los Hadza buscan las mismas plantas y cazan los mismos animales que los humanos de hace millones de años. Sin embargo, Spector no siguió todo al pie de la letra, ya que los Hadza le proporcionaron una tienda de campaña y le advirtieron que la cerrara bien por la noche para evitar a los escorpiones y las serpientes.
El primer desayuno consistió en frutos de baobab, que son una parte fundamental de la dieta Hadza. Este alimento contiene gran cantidad de vitaminas, grasas -en las semillas-, y una cantidad importante de fibra. Además, son una fuente inestimable de vitamina C.
Tal y como relata el autor, lo siguiente que comió fueron bayas salvajes de los distintos árboles que rodeaban el campamento. Las más comunes eran las bayas Kongorobi, que contienen 20 veces más cantidad de fibra y polifenoles que las cultivadas.
Al mediodía, la comida consistió en unos tubérculos desenterrados por las mujeres de la tribu con un palo afilado y asados en el fuego. Según Spector, estos tenían un sabor fuerte parecido al apio. Tras estas comidas asegura que nadie tenía ya hambre y no estaban preocupados por la cena.
Unas horas más tarde salieron a cazar un puercoespín -una delicia rara, según Spector-. En esta jornada de caza consiguieron hacerse con dos ejemplares de 20 kilos cada uno. Los Hadza comieron en el mismo momento el corazón, los pulmones y el hígado del animal, y transportaron el resto de carne hasta el campamento para compartirla.
Los siguientes días tuvieron un menú similar, incluyendo como plato principal los damanes, un animal similar al conejillo de Indias de unos 4 kilos. Además, el postre era lo mejor para Spector, ya que consistía en una miel recogida del baobab con los panales ricos en grasa y proteínas de las larvas. Según el investigador, este alimento compite en importancia con el fuego en materia evolutiva.
Tal y como relata el autor en el territorio de los Hadza nada se desaprovecha ni se abate innecesariamente, e ingieren una gran variedad de plantas y animales (alrededor de 600 especies, entre las que destacan sobretodo aves). Otra de las grandes impresiones que se llevó de esta experiencia fue que siempre estaban rodeados de comida.
Conclusiones finales
Un día después, ya en Londres, el cámara tenía un gran material gráfico y el investigador las muestras de heces que envió a un laboratorio para analizar.
Los resultados mostraron claras diferencias entre las muestras iniciales y las finales. La diversidad de microorganismos aumentó en un 20% tras realizar durante tres días la dieta basada en carne salvaje y frutos.
Sin embargo, tras unos pocos días después del regreso el investigador comprobó que los niveles volvieron rápido a los valores iniciales. «Aunque tu dieta y tu salud gastrointestinal sean buenas, jamás lo serán tanto como la de nuestros antecesores. Todos deberíamos hacer un esfuerzo por mejorar nuestra salud intestinal y volver a una dieta y estilo de vida más salvajes. Probablemente necesitemos ser más aventureros en nuestra cocina y reconectar con la naturaleza», finaliza Spector.