José Manuel Suárez, un joven cazador de León que en 2015 se quedó en silla de ruedas tras caerse desde una roca durante una cacería, explica su emotiva historia y la terapia que para él significa salir al monte todos los fines de semana.
8/3/2019 | Redacción JyS
«La caza que casi me quita la vida ahora me la da». Son palabras de José Manuel Suárez «Tachi», un jovencísimo cazador que en 2015 sufrió un accidente al caerse desde una roca durante una cacería cerca de la localidad leonesa de Almuzara que le dejó en una silla de ruedas. Es vecino de Robles y, por supuesto, sigue siendo un apasionado del mundo cinegético porque es su filosofía de vida.
Tachi ha narrado a Jara y Sedal su historia, explicando cómo vivió el angustioso momento de su percance. Tras la caída desde una roca, una herida de la zona lumbar fue la causante de la lesión más grave, dejándolo en silla de ruedas. «Iba andando por un peñasco y, de repente se desprendió un trozo de piedra, me resbalé y caí», dice.
«La caza me ha seguido dando vida e ilusión -confiesa-. Es algo que lo tienes desde pequeño y estás ansioso de que llegue septiembre para cazar. Toda la vida he estado pensando en ello», admite. «Ahora no cazamos de la misma forma, no es lo mismo ni parecido, pero bueno, sé que no es perderlo todo».
En este sentido dice: «A mí siempre me ha gustado salir con los perros a las batidas, ahora tengo que salir al puesto y a las batidas, lógicamente. La codorniz y la perdiz se fastidió… Es algo que se echa de menos, sobre todo poder cazar esas especies y salir con los perros. Tenía perros de caza, especialmente sabuesos, y la experiencia de ir con ellos no la puedo vivir», relata.
«No me planteé dejar la caza ni por un segundo»
Sobre si se planteó dejar la caza para siempre, ha afirmado que «ni por un segundo». Y ha narrado varias anécdotas: «El primer año intenté ir a cazar la codorniz, me metí en la sierra con la silla y hacía lo que podía. Te revientas y te cansas. Es algo que no se puede hacer obviamente. Tienes ilusión de querer ir con el perro pero no puedes».
La más relevante ocurrió el día de su vuelta al monte: «Fui al mismo lugar para reaparecer. Desde el primer momento dije que volvería allí. Me acordaba del sitio pero no bien, y me gustaba poder volver allí a ver por qué me caí, cómo me caí y estoy seguro que si mil veces pasara, no me pasaría porque fue algo muy raro. Era imposible caerse, y no sé por qué ocurrió… la mala suerte», se lamenta el joven de 27 años.
La gente, desde el percance, «está muy involucrada conmigo y me llaman para invitarme a jornadas. Yo voy, paso mi día con un amigo o con mi padre y disfruto». Confiesa que «no tienes la misma puntería ni los mismos movimientos de una persona que no está en silla de ruedas. Dar el paso hacia adelante para colocarte el rifle no es lo mismo. Se fallan más piezas, pero eso es parte de la caza: la diversión, el poder dialogarlo…».
Una historia de superación similar
El pasado 18 de febrero, un caso similar fue protagonista en Jara y Sedal. Fue el de Javier Díaz, cazador de la localidad madrileña de Navalcarnero, al que el pasado mes de enero un problema en la arteria femoral le cambió la vida: tuvieron que amputarle una pierna.
Tras la operación llevada a cabo en el Hospital Universitario Rey Juan Carlos, en Móstoles, tuvo la caza como terapia para afrontar el día a día tras el grave problema que sufrió. Su encomiable testimonio revelado a este medio es todo un ejemplo a seguir.