Por Juan Arce

La primera vez que practiqué esta modalidad de caza descubrí que la organización es muy parecida a un ojeo tradicional de perdiz, aunque algo más breve por la rapidez con la que los pájaros se dispersan, lo que permite ir cazando pequeñas extensiones. Y aprendí más cosas…

La noche anterior me imaginaba que pasaría la mañana apostado en algún paso aguardando que entraran a comer a los olivares. También sentía curiosidad por saber cómo ojearían a este pequeño pájaro. La primera sorpresa fue la hora de comienzo del ojeo. Estaba convencido de que tendría que madrugar, pero la invitación a desayunar era a las 09:00 horas, antes del sorteo de las pantallas.

Cazaríamos una finca de olivares entremezclados con perdidos de matorral y monte de jaras. Iluso de mí, la tarde anterior había echado al morral mis herramientas habituales, cartuchos de 7ª y 34 gramos para evitar moratones: era la primera vez que tiraba así a los zorzales y pensaba que así, al menos, echaría al suelo a los que pasaran cerca. La mecánica del ojeo consiste en batir zonas concretas no demasiado grandes en extensión. De ellos se encargan los propios cazadores: unos avanzan y otros esperan para después turnarse. Así van empujando a los zorzales, que suelen llegar a las escopetas de uno en uno. 

Una cacería de vértigo

Para este tipo de disparos podemos utilizar el calibre 12 o incluso el 20. Los chokes deben de ser los mismos que montamos para cazarlos en mano: es decir, 1 y 2 estrellas o 1 si utilizamos una semiautomáticas. El cartucho puede variar en función del número de tiros que prevemos a realizar: si no son muchos, uno de 32 gramos de 8ª será el que mejores resultados nos ofrecerá, pero si tenemos la suerte de acceder a puestos de más de 300 tiros, uno de 30 gramos y perdigón del 9 cumplen perfectamente su cometido.

Un cazador en un puesto de zorzales. ©JDG.

Los ojeos de la mañana se fueron sucediendo rápidamente y en extensiones pequeñas para no espantar a los de los alrededores. Los puestos se habían situado cerca de la cuerda de una mancha de monte… con la circunstancia de que soplaba viento de norte, lo que propiciaba que los zorzales ya de por si rápidos, llegaran como auténticos misiles. Los primeros ojeos no fueron precisamente los mejores; fallé más de la cuenta debido a la rapidez de movimientos de este pequeño pájaro. No es lo mismo verlos venir que esperar que salgan cazando en mano, que es a lo que estoy acostumbrado. La mañana tocaba a su fin y cada vez ajustaba mejor los tiros. En un principio los dejaba traseros y, debido a la velocidad de los zorzales, era incapaz de doblar el disparo. 

Al llegar al descanso descubrí que había tirado una caja entera de cartuchos, por lo que tras consultarlo con varios amigos aproveché para cambiar a 9ª. Después de un tapeo fantástico con unas vistas inmejorables, y ya reanudada la tirada, pude comprobar que acerté con el cambio de cartuchos. Además, gracias a algunos consejos que me dieron durante el almuerzo, fui encontrándome un poco más fino con los tiros. 

El momento del cobro de los zorzales abatidos

Otra peculiaridad de esta modalidad es que hay que estar pendiente del número de pájaros abatidos y de su ubicación. Con el paso de los ojeos fui perdiendo las referencias del lugar donde caían. Mis amigos, con ayuda de los perros, me estaban ganando la mano en porcentaje de cobro, una tarea realmente complicada por su pequeño tamaño y por no dejar un rastro de tanta pluma como las perdices.

Por eso es fundamental contar con un auxiliar especialista en estas lides: en esta modalidad se pierden muchas piezas y también caen bastantes heridos que rápidamente se esconden, resultando casi imposible dar con ellos cuando vas a buscarlos. Un perro que sepa comportarse en el puesto y que salga a cobrarlos nos facilitará mucho recuperarlos y, además, nos permitirá tirar más, ya que no perderemos tiempo en ir apuntándolos.

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Los cazadores, durante una jornada de zorzales. © YouTube

Ya por la tarde, finalizada la jornada, hicimos el recuento mientras tomábamos un caldito y un cocido. Sin ayuda canina, conseguí salvar los muebles contando una percha de unos 20 zorzales. El resultado fue espectacular: casi 200 pájaros entre ocho escopetas. Así transcurrió mi jornada en la que la tradición ha dejado paso a otras modalidades de caza innovadoras… pero no menos entretenidas.

¿Cómo tirar en estas cacerías de zorzales?

En esta modalidad la mayoría de los pájaros nos llegarán de frente o de forma lateral. Si el puesto se encuentra en una vaguada y bajan en vuelo rápido tenemos que ser rápidos, acompasar el movimiento a su velocidad y adelantar los disparos un poco por delante del pico. Con zorzales sueltos y muy altos hay que adelantar más, entre uno y dos metros, mientras que si vienen con el aire de cola… dependerá de nuestra capacidad de cálculo: en ocasiones hay que hacerlo a distancias increíbles para descolgarlos.

¿Cuáles son los mejores puestos?

Es muy importante tener controlada la dirección del viento dominante para que no siempre los zorzales lleguen con el aire de cola. Los colocaremos en sombra, de espaldas al sol para no deslumbrarnos; si está nublado, donde haya maleza que nos pueda ocultar. Procura que tape hasta los ojos, no más, para poder ver antes de que lleguen los pájaros y tener tiempo para, ya a distancia de tiro, levantar la escopeta con suavidad hasta disparar. También hay que evitar que la zona de cobro no sea una selva: habrá que seguir con la mirada cada pieza abatida hasta que toque suelo y recordar su ubicación hasta el final del ojeo.

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