El cazador jiennense Francisco Sánchez-Cano, de 14 años de edad, ha narrado a Jara y Sedal junto a su padre, Francisco Sánchez Álvarez, una de las historias más peculiares con las que se inició en el mundo cinegético hace ya tres años. Fue durante la temporada 2016-2017, en el coto de la localidad de Jódar (Jaén), cuando su padre y él vivieron unos meses de intriga ya que, en el comedero que tenían en el puesto, un jabalí que entraba asiduamente nunca dejaba trigo pero sí las almendras. Cuando dieron caza al animal meses más tarde descubrieron la razón.

El primero en caer, otro macho más pequeño

«Era una noche fría de marzo en la que mi padre y yo sabíamos que entraba un buen macareno por las pisadas que habíamos visto en el comedero, por lo que decidimos ponernos», comienza explicando el cazador.

Padre e hijo llegaron al lugar, aparcaron el coche y caminaron hacia el puesto. «Cuando íbamos cruzando el cerro donde nos ponemos, ya se nos levantó un jabalí de unos 40 kilos a 10 metros de nosotros, lo encaró mi padre pero no disparó ya que no era lo que buscábamos», explica el joven cazador.

Aquel día se colocaron a las 19:00 horas de la tarde y, ya a la hora de sentarse, se escucharon chapoteos en el río. Dos horas más tarde se escuchó de nuevo el crujir ramas y, de repente, se hizo el silencio. Diez minutos más tarde entró un jabalí desde el río al comedero, un animal de unos 70 kilos al que su padre disparó y abatió. Era el escudero. Todavía faltaba el grande.

A por el jabalí grande

Tras abatir el primer jabalí se acrecentó el problema de las almendras. El jabalí que acudía ahora, de grandes pisadas, ni las probaba. Semanas más tarde padre e hijo se pusieron de espera en el mismo lugar y efectivamente, apareció el protagonista que solo comía el trigo.

«Nos pusimos en un olivar lejos y después de poco tiempo de espera, con la luna llena, mi padre pudo ver con el visor cómo este jabalí grande entraba en la siembra y pudo dispararlo», explica el joven cazador sobre el momento culmen del lance.

Rápidamente, padre e hijo cogieron el rifle, las linternas y las mantas en las que estaban tumbados y fueron en busca del rastro de sangre… pero no hizo falta, porque enseguida dieron con el animal. Se trataba de un jabalí ¡sin jeta!

«Le faltaba la parte superior de la mandíbula. No tenía nada», explica el cazador, «por eso no podía comerse las almendras». Al animal le sobresalían unos seis centímetros los colmillos, pero la parte superior de éstos estaba «muy desgastada», concluye el joven.

Jara y Sedal y Excopesa premiarán la mejor historia de caza con unos prismáticos Minox

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