El cazador guadalajareño Carlos A. García Murillo, natural de la localidad de Cifuentes, ha narrado a Jara y Sedal la historia de cómo abatió un genial corzo el pasado año que, sin duda, levantará más de una pasión a tan sólo unos días de abrirse oficialmente la temporada corcera en nuestro país. Logró darle caza en el coto social de su pueblo.

«En un 2020 tan difícil para todos, por el COVID 19, una de las pocas cosas satisfactorias para mí fue el abatimiento de este gran corzo, por la espera para poder ir a rececharlo y tener la oportunidad de poder disfrutarlo antes», comienza recordante García Murillo.

Fue a mediados del mes de mayo cuando el cazador localizó por primera vez al animal: «Iba con la bicicleta y pude verlo y valorarlo varias tardes», cuenta el joven.

Tras la espera de semanas de incertidumbre solo observando desde la lejanía al animal, el cazador por fin obtuvo la llamada del presidente: «Eran buenas noticias, ya que se podía salir a cazar y el precinto ya estaba listo. Sabía dónde tenía que ir, puesto que otros corzos que había localizado no eran tan grandes como este», señala Carlos y añade: «Fueron dos semanas interminables, estaba nervioso y casi que ansioso porque llegase el fin de semana para poder salir a recechar».

Por fin llegó la tan ansiada fecha

El corzo dentro del visor. © C. M.

Y llegó la tan ansiada fecha: «A las 5:30 de la mañana del sábado ya estaba despierto y me dirigí a la zona donde sabía que tenía opción de poder ver al animal. Nada más amanecer el animal apareció. Tenía muchísimas ganas de disparar, me acerqué unos 100 metros, apreté el gatillo pero… fallé. El ansia y la impaciencia pudieron conmigo y el cereal que ya estaba alto, tampoco me ayudó. Más bien se aliaron con el corzo», se lamenta el cazador.

Desilusionado por haber errado y pensar que no volvería a ver a lo que creía que seguramente fuese el corzo de su vida, el joven volvió al pueblo. El domingo no salió por esa zona, para no asustar al animal y darle tiempo a coger confianza de nuevo.

Otro segundo intento desesperado

Al fin de semana siguiente Carlos volvió a la carga, ya que en Cifuentes, solo cazan los fines de semana. «Entré al monte igual que la semana anterior, pero con más paciencia y más tranquilo, y sin poder dar crédito volvía a tener al corzo a tiro. Estaba con dos hembras comiendo y esperé hasta que salieron del sembrado. Iba emparejado con una hembra y… al entrar al monte, lo tiré de culo y… volví a fallar», relata sobre un segundo intento en el que el corzo volvió a escaparse.

Un nuevo lance dos semanas después

El corzo, tras pasar por la taxidermia. © C. M.

Dos semanas después el cazador volvió a la zona. Parecía esta vez que ese día no iba a tener la suerte ya que había localizado a un nuevo ejemplar más pequeño.

De pronto, el macho que observaba Carlos salió corriendo, a un lado de la siembra, el macho grande hacía acto de presencia para echar de la zona al joven intruso.

El cazador empezó a tratar de recortar distancia al animal dando un pequeño rodeo para asomarse después desde un cerro. Aunque a priori lo había perdido de vista, enseguida consiguió localizarlo: «Saqué los prismáticos y ¡lo tenía a menos de 80 metros!», relata. «Me coloqué en posición de disparo y con el corazón a mil y tratando de contener la respiración, apreté el gatillo», recuerda.

La bala salió directa al animal y, ahora sí, conseguía abatirlo. «Después de unos segundos de euforia me acerqué al animal. No me lo podía creer, era un monstruo. En mi zona no se ven trofeos tan grandes», explica el joven.

Después de varios meses pudo llevar el ejemplar al taxidermista quien, después de hacerlo de cráneo le indicó que «efectivamente era oro, con una puntuación de 141,32 y una altura de 30 centímetros».

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