El coto Socasino (Asturias) incorporaba un nuevo lote este año: Llantones. Además, la administración concedía, por primera vez, permiso para abatir un corzo macho. Carlos jamás imaginó que tendría la suerte de ser el afortunado en hacer historia al cazarlo.

28/8/2019 | Redacción JyS

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Carlos Aparicio y su amigo Hugo, con el animal abatido. / C.A.

Carlos Aparicio es un cazador que desde hace cinco años forma parte de la Sociedad de Cazadores de Siero y Noreña (Asturias). El pasado mes de mayo se hizo con un corzo único porque era el primero que se abatía en la zona de Llantones. Ahora, con motivo del concurso que Jara y Sedal tiene en marcha junto a Beretta Benelli Ibérica, Aparicio ha decidido narrarlo.

Se trata de un coto del que disfrutan más de 400 cazadores de mayor y menor cada temporada, pero el plan de caza de este año recogía una «grata sorpresa», según relata Aparicio, y es que, por primera vez, en uno de los lotes del coto se había aprobado la posibilidad de abatir un corzo macho.

La suerte estaba de cara para Carlos: se hizo el sorteo y le tocó a él el precinto. Cuando su presidente, Edelmiro Nicieza, se lo comunicó se sintió muy afortunado de poder disfrutar de tal privilegio, ya que un rececho de estas características «escribe historia», según confiesa Aparicio.

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La zona en la que se abatió el animal, los jabalíes que había y las corzas que vieron. / C.A.

Nada más conocer la noticia de que él era el afortunado, Aparicio se puso en contacto con el guarda del coto para conocer la situación de corzos por la zona. «Teníamos menos de dos semanas para localizar un macho en aquel terreno desconocido para mí», explica.  Desde el primer momento, el guarda le advirtió de que no iba a estar nada fácil conseguirlo, y y es que el lote, pese a ser rico en praderas y pumaradas, estaba muy explotado por la ganadería y los llagares de la zona.

Localizar al ejemplar antes de la cacería es fundamental, puesto que el permiso otorgado sólo concede dos días de rececho y, con estas condiciones y en un coto tan complicado, ir a ciegas es tener muchas papeletas para fracasar. Por eso, durante toda la semana estuvieron controlando el monte con los prismáticos en el alba y el ocaso. La pronta primavera ya hacía presencia, pero los corzos machos no daban la cara. «Estuvimos varios días controlando algunas hembras pero ni rastro de los machos. La verdad que el rececho no se presentaba muy alentador y las oportunidades, si las había, iban a ser contadas», reseña Aparicio. «Eso sí, la gran cantidad de jabalí en la zona nos regalaba momentos únicos cada tarde», recuerda.

Hugo, compañero de cuadrilla y «uno de los ganaderos más reconocidos de la zona» según narra Aparicio, les comentó que había unas zonas con daños de corzo bastante cerca uno de los prados donde tenía unas vacas. Al día siguiente, por la mañana, se citaron allí y nada más  llegar vieron dos corzas. «Estuvimos esperando y, al poco tiempo, apareció el que sería el primer macho que veíamos en toda la semana», explica.

Era un macho joven, de 2 a 3 años, «formado y que cumplía con lo que estábamos buscando, ya que la genética en esta zona no es la mejor, pero dejamos la zona marcada y seguimos buscando otro macho mayor», recuerda. Faltaban aún tres días para poder llevar el rifle y recechar de verdad. Las dos jornadas siguientes acudieron a recechar, pero la lluvia y la niebla hicieron acto de presencia dificultando su incesante búsqueda de otro ejemplar abatible.

Llega el día del rececho

La mañana del primer día de rececho sabían dónde colocarse para que les sorprendiese el día y tratar de cazar el único corzo que habían registrado. Así que allí estaban Bruno (el guarda), Hugo y el propio Aparicio. El duende apareció fiel a su cita «con paso firme y desafiante, entrando a comer los brotes verdes del pumar como cada mañana». Aparicio preparó el trípode desde la parte baja del valle, se relajó, bajó pulsaciones y dejó que su Browning Mk3 hiciese el resto. «Coger aire, soltar a medio pulmón 1,2,3,4… y un disparo certero en la caja», relata. Eso bastó para abatir al esquivo animal.

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Carlos Aparicio y el guarda despellejando al corzo. / C.A.

«Acabábamos de hacer historia en el coto Socasino y en Asturias. Habíamos abatido el primer corzo de Llantones, una zona muy difícil para los recechos de corzo», sigue explicando el cazador. «La insistencia y la pasión de los tres nos llevaron a conseguirlo», comenta a Jara y Sedal. Tras las fotos de rigor, los abrazos y agradecimientos procedieron a limpiar el animal para aprovechar su carne.  «No hay nada mejor que un buen guiso de corzo con patatas a la lumbre entre amigos», admite Aparicio.

Aunque no se trata de un corzo récord, sí es «un corzo de equipo, un corzo de gestión y el  primero de una zona de Asturias», subraya el cazador. Además con este rececho, admite que han contribuido con la gestión cinegética de la zona, abatiendo un animal que estaba dando daños en uno de los pumares de una de las sidras con más renombre de Asturias.

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